(ANSA) - ROVIGO, por Elisabetta Stefanelli - En el centro de Rovigo, el renacentista Palazzo Roverella conserva como un cofre del tesoro hasta el 30 de junio el corazón del París de finales del siglo XIX, según la mirada de Henri de Toulouse-Latrec, una extraordinaria concentración de innovación y destrucción, un pasaje que hizo época para la historia del arte y más allá.
"Se la llama Belle Epoque sólo como represalia tras la Primera Guerra Mundial, una época en realidad de agitación social", explica Francesco Parisi.
Dominando aquella metrópoli estaba el nido de calles como tejido de paja de Montmartre donde Henri de Toulouse-Lautrec pasó los años más intensos y destructivos de su corta vida.
Ahora la polifacética creatividad de este artista fallecido con apenas 37 años, marcado por una grave enfermedad genética, abrumado por el alcoholismo y las pasiones, vuelve a vivir en una gran exposición que lleva su nombre y que no sólo relata sus diversas facetas, sino que las sumerge en la realidad en la que se inspiraron con absoluta originalidad, superando el límite que lo ve relegado a la historia como un simple, aunque ingenioso y absolutamente mítico, creador de vallas publicitarias.
"Una exposición que vuelve a situar al artista en el centro de su contexto", afirma Fanny Girard.
Sí, porque también aquí sus bocetos, dibujos, carteles, pinturas demuestran una vez más que el artista aristocrático que había elegido el mundo bohemio no pertenecía a ninguna corriente, sino que viajaba sobre el hilo inteligente, casi vidente, de la innovación, vislumbrando hilos y temas del mundo venidero.
Está el alegre dinamismo de los bailarines del Moulin Rouge y la desesperación de los suburbios del mundo industrial, está el rasgo gráfico de la publicidad y el color absoluto y descontextualizado del abstraccionismo. Pero no es el único entre las 200 obras reunidas en el Palazzo Roverella.
Están sus maestros como Corman, los pintores que amaba como Degas, sus compañeros de estudios como Van Gogh y luego están Boldini, De Nittis, solo por nombrar algunos.
La exposición está curada por Jean-David Jumeau-Lafond, Francesco Parisi y Fanny Girard -que dirige el museo dedicado al artista en Albi- con la colaboración de Nicholas Zmelty y ofrece diversas reflexiones temáticas que, como su bisnieto Bernard du Vignaud, explica en la presentación de esta mañana en Rovigo, "abren a mi tío abuelo muchas puertas completamente originales y lo devuelve al centro de su época".
Empezando por el de "París 1885-1900", "Le Chat Noir" o el café donde estaban, "Toulouse-Lautrec y sus amigos artistas" como van Gogh y "La renovación de la gráfica", luego el del ajenjo que llevaría a una generación a la ruina hasta que fue prohibido en 1914.
Muy importante es la sección inédita dedicada al movimiento artístico francés "Les Arts Incohérents", precursor de las técnicas adoptadas por las vanguardias del siglo XX.
Esta sección, curada por Johan Naldi, presenta obras absolutamente inéditas, pues se creían perdidas y fueron encontradas en 2018 en el sótano de un descendiente de los artistas y se exhiben aquí por primera vez. Aquí está la primera obra monocromática de la historia.
"En síntesis - resume Parisi - no es una exposición superficial como las que sobre él se han realizado durante los últimos 30 años, sino una con sólidas bases científicas para hacer del Palazzo Roverella un lugar de investigación".
Esto también es gracias al apoyo de la Fundación Cassa di Risparmio di Padova e Rovigo y de Intesa Sanpaolo. (ANSA).
La París de Toulouse-Lautrec en Rovigo
Doscientas obras del siglo XIX en el Palazzo Roverella