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Mehdi Kerkouche en el Festival Spoleto

Gran espectáculo del coreógrafo francés en Roma

Redazione Ansa

(ANSA) - SPOLETO 2 JUL - El bailarín y coreógrafo Mehdi Kerkouche encabezó la 67ª edición del festival de los Dos Mundos dirigido por Monique Veaute con su "Retrato", que a pesar del título es un espectáculo decididamente plural.
    En el centro hay sólo un rectángulo largo, negro y brillante, y el resto lo hacen el blanco del Teatro Romano de Spoleto y la luz del día que muere.
    En primer lugar, hay ocho bailarines en escena, o más bien nueve: cuatro mujeres y cuatro hombres, más uno. Los de su compañía del resto, el Centre Chorégraphique Nationale de Créteil et du Val-de-Marne, que reúne a artistas que van desde 20 a 67 años, de procedencias muy diversas - hip hop, street jazz, cabaret, circo contemporáneo-, así como el coreógrafo que empezó imitando los vídeos de Prince en la televisión, Michael Jackson y Britney Spears.
    Y es precisamente la diversidad de personajes, de emociones, de edades, de orígenes, en fin, precisamente el plural, un tejer la trama de este intenso espectáculo que Mehdi Kerkouche, a sus 38 años, llevó al escenario para el Festival de los Dos Mundos con éxito, dada la ovación final que obligó a los artistas a realizar varias salidas.
    Ocho bailarines en escena, todos de gris, más una mujer con cabello blanco y ropa blanca para actuar como contrapunto, de forma simbólica obviamente ligada al paso del tiempo y también a la sabiduría, al control, a la dulzura materna que acoge.
    Cuatro mujeres y cuatro hombres, todos juntos en el escenario excepto que cada uno de ellos haga un solo con tonos absolutamente diferentes, para simbolizar diversos sedimentos culturales que son propios de la obra de Kerkouche, bailarín y coreógrafo francés, de origen argelino, procedente de la cultura pop, y de gran popularidad.
    Todos los elementos combinados en "Retrato", en un crescendo que también emociona gracias a la música electro-pop original de Lucie Antunes.
    "Desarrollé la idea de reunir a un grupo de personas que no se han elegido entre sí, pero que constituyen un conjunto en el que las emociones evolucionan continuamente", explicó el coreógrafo.
    Y ese es el punto de este espectáculo donde, como en la vida, hay bajos y altos, gritos y abrazos, amor y odio, caídas y luego levantarse, y luego detenerse en un plano: cada matiz de cada relación se vuelve gesto simbólico, pura intensidad en la que la palabra ya no tiene significado y el ser humano se convierte en un cuerpo significativo capaz de elevarse hacia arriba o hundirse en el abismo, en en cualquier caso posponer la imagen de un retrato que es profundamente solitario y al mismo tiempo colectivo. (ANSA).
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