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Cada vez más italianas emigran

A diferencia del siglo XX, no lo hacen para escapar de la pobreza sino en busca de mejores oportunidades. Un libro analiza el fenómeno con perspectiva de género.

Una mujer en Kuala Lumpur, Malasia.

Redazione Ansa

(ANSA) - ROMA 9 OCT - Al 1 de enero de 2023, los italianos inscriptos en el Registro de residentes en el extranjero eran casi 6 millones, lo que equivale al 10,1% de los 58,8 millones que residen en Italia. Desde 2006, su presencia fuera de las fronteras ha crecido un 91% desde 2006 en general, la de las mujeres en particular un 99%.
    Este es uno de los datos más significativos incluidos del libro "Sulle ali del cambiamento. Narrazioni femminili dell'emigrazione italiana contemporanea" de Loredana Cornero, que relata cómo en el siglo XXI, en un mundo cada vez más interconectado, las italianas siguen emigrando como lo hacían hace un siglo, pero con motivaciones muy diferentes, comenzando por la voluntad de encontrar mejores perspectivas laborales y escapar de las discriminaciones de género.
    "Hay una gran diferencia entre la emigración del siglo XX, en la que mayormente se partía para escapar de la pobreza y para seguir al esposo, y la de los años 2000", explica Cornero a ANSA.
    "Hoy, la principal razón para decidir partir ya no es simplemente encontrar cualquier tipo de trabajo, se trata de una emigración más reflexiva: la novedad es que las mujeres parten en busca de un trabajo que respete más sus estudios, sus experiencias, su profesionalidad y su mérito".
    Según la autora, "son temas que en Italia no se valoran, tanto que a menudo las mujeres con títulos universitarios se encuentran en estudios profesionales haciendo trabajos administrativos".
    Emigrar ya no significa huir de una pobreza extrema, como sucedía a menudo en el siglo pasado. "Se busca fuera de nuestras fronteras la posibilidad de ser recompensadas según su valor", explica la ensayista y experta en género.
    "Pero no solo parten las mujeres con estudios universitarios, advierte Cornero. Cuando le pregunté a una joven en Berlín, que limpiaba habitaciones, por qué no hacía el mismo trabajo en su país, me explicó que 'aquí no pagan en negro y no tengo que rogar para que me paguen las horas extras'".
    En la clasificación del Global Gender Gap Report de 2023, Italia bajó del puesto 66 al 79 entre 146 países clasificados, con una brecha de género del 70%. Este empeoramiento se debe sobre todo a una caída significativa en la presencia de mujeres en política.
    "Solo en el sector de la economía, en 2011 con la ley Golfo Mosca, que fijó cuotas de género en los consejos de administración de las empresas cotizadas, la presencia de mujeres aumentó. Esto demuestra que las cuotas de género son un mecanismo que puede incentivar la presencia de mujeres en la sociedad", observa Cornero.
    El corazón del libro está representado por las historias de diez mujeres que, con experiencias y vivencias diversas, describen su decisión de emigrar y su integración en las nuevas realidades.
    Está la que se siente una "emigrante y no expatriada, porque me fui sin dejar una casa a la que regresar", como relata una joven de Turín que ahora vive en Australia; la cincuentona en Arizona desde hace veinticinco años, que ama la belleza de Italia, pero no volvería porque encuentra repulsivo el ambiente poco meritocrático de las universidades.
    Y también las demás historias de quienes han dejado su país, con un enfoque en el liderazgo femenino aún escaso en Italia.
    "Ninguna de las diez mujeres entrevistadas dice 'me gustaría volver a Italia' - subraya Cornero - alguna menciona tal vez en un futuro ligado a la jubilación: el único tema fuerte es el envejecimiento de los padres, de lo contrario, ni siquiera cuando se tienen hijos o se quiere dejar el trabajo se piensa en regresar al país de origen".
    La autora destaca que "hay una chica de Nápoles que es emprendedora en el sector alimentario en la Costa Azul que se fue a los 25 años para salir de situaciones difíciles y siguió a su marido a Francia sin saber una palabra de francés: me dijo 'me quiero ir, pero no para volver a casa, quizá me vaya a Australia'".
    Esto sucede porque "no creen que Italia pueda cambiar, que en nuestro país se pueda reconocer su trabajo. Y esto es común en toda la emigración que parte de todo el país, especialmente de la provincia. He intentado hacer una lectura de género de todo esto, por un lado, con los datos y por otro con las historias, porque detrás de los datos siempre hay personas", explica.
    "La emigración nunca ha tenido hasta ahora una lectura de género", recuerda Cornero, cuando en la historia de la emigración del siglo XX "la femenina es fundamental". Casi como si las mujeres mismas hubieran viajado "en las alas del cambio" con un recorrido de vida capaz de transformar no solo a ellas mismas, sino también a las sociedades en las que se insertan.
    (ANSA).
   

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