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Andrea Bocelli, y un comic en homenaje a Puccini

El célebre tenor se convierte en Vocelli en una historieta sobre la infancia del compositor, del que se cumple el centenario de su muerte.

Redazione Ansa

(ANSA) - ROMA 16 OCT - "Acompañar a Puccini niño junto a Mickey Mouse ha sido un viaje extraordinario. Y, sin embargo, una vez comenzado, me pareció completamente natural. Tal vez porque nosotros, los adultos, también llevamos dentro al niño que fuimos".
    Así escribe Andrea Bocelli en el prólogo de "PaperPuccini", un relato inédito ilustrado, acompañado de tres historias en cómic de repertorio dedicadas a las obras de Puccini en conmemoración de los 100 años de la muerte del compositor, publicado por Giunti junto con Disney Libros.
    Bocelli, quien celebra sus primeros 30 años de carrera, escribe el prólogo del libro y se convierte en coprotagonista bajo la figura de "Andrea Vocelli" en su versión de Disney. Aquí un extracto del prólogo, cortesía del editor.
    "Puccini es a la música lo que Miguel Ángel es al arte figurativo y lo que Dante Alighieri es a la literatura. Me une a él una relación especial y antigua: es un gigante al que aprendí a amar desde niño. A su música, a su genio, le debo algunas de las mayores y más saludables emociones que jamás he experimentado. Porque Puccini tiene la capacidad de desatar verdaderas tormentas de sentimientos. Su música, como toda la buena música, nos ayuda a abrir el corazón y la mente, a escuchar la voz de la conciencia, educándonos en el bien. En pocas palabras, nos convierte en mejores personas y capta las más íntimas sutilezas psicológicas de los personajes femeninos.
    A menudo, en sus obras, mujeres maravillosas pagan el precio de sus afectos. Pero no hay que temer, porque si el canto termina en lágrimas, poco después sus personajes se levantan entre aplausos... ¡Esa es también la magia de la ópera! Una magia que llevo dentro desde siempre.
    Me cuentan que cuando estaba en la cuna, apenas escuchaba una pieza musical, dejaba de llorar. En los primeros años de vida, tuve que pasar largos periodos en el hospital y, según dicen, la única medicina que lograba distraerme de mi condición y del dolor que sentía era la música. Y pronto llegó Puccini.
    Recuerdo que llevaba pantalones cortos cuando escuché por primera vez "La Bohème". "Che gelida manina" fue una revelación: fui abrumado por la belleza que la pieza transmitía. A los seis o quizás siete años conocí "Tosca" y "Turandot", que me hicieron soñar... Construía historias imposibles en las que yo mismo era el héroe protagonista.
    Canto desde entonces, desde siempre. Y mi primer escenario fue la gran chimenea de la cocina. Hoy, como intérprete, disfruto casi todos los papeles que Puccini concibió para un timbre de voz como el mío; estoy en ventaja, naturalmente, porque es raro que los personajes negativos en las óperas sean tenores. Poder ponerme en la piel de Rodolfo ("La Bohème"), de Mario ("Tosca"), de Calaf ("Turandot"), trae consigo una avalancha de emociones, además de una gran responsabilidad. Y normalmente cierro mis conciertos con "Nessun dorma". El "vincerò" repetido tres veces es un verdadero himno para todos los tenores, ¡y un llamado irresistible para el público! Cuando se habla de ópera, a veces se piensa que el repertorio "clásico" es difícil de entender, alejado de la contemporaneidad, adecuado solo para un público culto y maduro.
    Enamorarse de la ópera, en realidad, es más sencillo de lo que se imagina. Es una forma de arte popular, se ocupa de los sentimientos y, por lo tanto, es completamente actual y absolutamente universal. No es necesario tener conocimientos específicos para vivirla. La ópera nos ayuda a conocernos a nosotros mismos, a entender los mecanismos de las relaciones humanas. Claro, depende de nosotros, los profesionales, dar el primer paso, incluso saliendo de los teatros y acercándonos a los jóvenes, haciéndoles comprender la fuerza revolucionaria de frecuentar y practicar la belleza.
    ¿Y si, en cambio, quisieran estar de este lado del escenario, donde se canta y se toca? Entonces es necesario tener pasión. De hecho, hay que apasionarse por la vida. Si se quiere emocionar a quienes nos escuchan, es necesario tener algo que contar, valores que comunicar y compartir. A un joven aspirante a cantante le recomendaría no dejarse intimidar por las dificultades, porque son parte del día a día. Le sugeriría que actuara, que hiciera, sin perder tiempo y aprovechando cualquier tropiezo en el camino, y todo lo que podría haberse hecho mejor o de manera diferente. Le recomendaría determinación, optimismo, confianza. Y que no se rinda bajo ninguna circunstancia, que nunca deje de creer en sus propias capacidades. Por último, le recordaría que tener una bella voz es solo contar con uno de los muchos ingredientes necesarios.
    En el día a día de cada cantante, el estudio es un factor fundamental, el entrenamiento debe ser constante: es necesario aplicarse cada día en las partituras musicales, pero también reflexionar sobre la técnica vocal. A los cantantes de ópera se les exige una disciplina rigurosa, muy similar a la que debe seguir un atleta para obtener resultados.
    Mantenerme en forma no es solo un deseo, sino también una necesidad: el cuerpo, en su totalidad, es mi instrumento musical, por lo tanto, trato de hacer ejercicio, tanto en la música como practicando deportes. Durante una gira, el equilibrio es aún más complicado, porque la voz está sometida a un mayor esfuerzo y hay que preservarla con mucho cuidado. Antes de un concierto trato de no cansar las cuerdas vocales, guardando silencio durante algunas horas. ¡Y luego, diviértanse! Como cuando cantan en la ducha". (ANSA).
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