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Roberto Ampuero: "El pasado irresuelto contribuye a la polarización".

El escritor chileno indaga sobre el dolor de las dictaduras en su última novela.

El autor chileno Roberto Ampuero.

Redazione Ansa

(ANSA) MADRID - El “pasado irresuelto es lo que más contribuye a la polarización”, afirma en entrevista a ANSA el escritor chileno Roberto Ampuero, que indaga sobre el dolor de las dictaduras a partir de los últimos meses de vida que pasó Erich Honecker, último presidente de la República Democrática Alemana (RDA), en Santiago de Chile.  

    “En América Latina cada día somos más víctimas del pasado que vuelve una y otra vez. Si las dos partes piensan que no habrá perdón ni olvido, van a ser presos de aquello, vuelve a resucitar el odio”, añade Ampuero (Valparaíso, 1953), quien se encuentra en Madrid promocionando su última novela, “Nunca volveré a Berlín” (Plaza y Janés).

    La trama se articula en torno a Honecker, “padre” del Muro de Berlín, quien pasó sus últimos dos años en la capital chilena, donde falleció en 1994, y al que se le acercan dos personajes, Patricio Dupré, que vivió en la RDA, y la alemana Valentina Bode, periodista alemana oriental. 

    “A tres voces, en sus conversaciones se habla del poder, del desencanto y de ese dolor que dejan las dictaduras en forma, por ejemplo, de amores interrumpidos que no se puede cuantificar”, afirma. 

    En 1993 “la polarización en Chile se mantenía con fuerza. Había quienes defendían a los que les habían salvado del comunismo y a los que habían construido una utopía tras el muro de Berlín. Nos faltó diálogo en lugar de disimular los hechos”.

    Y Ampuero, que vivió en la RDA y en Cuba, se pregunta, respondiendo de antemano que “no hay dictaduras buenas”: “¿Por qué justificamos a nuestros dictadores y condenamos al adversario?”

    En aquellos años se dio la circunstancia de que en Santiago de Chile convivieron, a poca distancia, “y sin ningún juicio”, un dictador de izquierdas, Honecker, y uno de derechas, Augusto Pinochet.

    “Las gentes de derechas celebraban a Pinochet cuando llegó Honecker, y los de izquierda le dieron la bienvenida y era dictador de la RDA que había construido el muro que había provocado tantos muertos”.

    Tras aquel episodio “nos fuimos quedando en silencio, dijimos 'mejor nos olvidamos de eso'. Es un pasado que se quiso olvidar, pero se niega a ser sepultado” y regresa en forma de polarización y es objeto de indagación por parte del escritor en la novela. 

    Reflexiona sobre ello “sin dar soluciones, porque la literatura está para indagar y hacer preguntas, mientras que los políticos para resolver. Cuando la literatura intenta resolver problemas sociales termina siendo panfletaria”, sostiene Ampuero, que también es político.

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