(ANSA) - Los uniformes blancos, alineados uno al lado del otro. Una serie de silbidos en un momento que parece estar suspendido.
Un momento solemne, atemporal, que el Amerigo Vespucci (Américo Vespucio) tiene la capacidad de amplificar, con sus pasarelas de madera, el bronce brillante y la majestuosidad de mástiles y velas.
El "ceremonial" prevé número y tipo de sonidos diferentes según la autoridad. Así, los "cuatro a la banda" se ordenan para los oficiales hasta el grado de capitán, mientras que los más altos honores ("ocho a la banda") son reservados para la bandera nacional, los jefes de Estado o los caídos.
Una costumbre, la de los trinos del silbato, que servía antaño para llamar al número de marineros que debían descender a la banda (es decir, al pasamanos del blandir, la escalerilla de entrada al barco) para iluminar con sus faroles el camino a las autoridades.
El número de faroles era mayor en función del rango, y, por tanto, de la antigUedad, de la autoridad que, por tanto, necesitaría más luz para llegar al barco.
Silbar a bordo de los buques de guerra es una tradición que hunde sus raíces en siglos pasados, cuando la única forma de comunicarse era mediante el sonido de un silbato, capaz de superar el ruido del viento durante la navegación. Se trata de un instrumento en forma de pequeño tubo de hierro, con un orificio en la parte superior a través del cual se modula el tono del silbato.
Todos los timoneles tienen uno, su inseparable compañero de viaje que guardan celosamente para quizá algún día pasárselo a un joven cadete.
Pero para "tocar" el silbato se requiere experiencia y habilidades que maduran con los años.
Un arte codificado a través de una partitura real sobre la que practican los futuros timoneles, guiados por el que se considera el "director de la orquesta", el contramaestre.
En el Vespucci hay 85 timoneles, cinco de los cuales son mujeres, y constituyen aproximadamente un tercio de la tripulación.
Considerados los custodios del arte marítimo, son los encargados de las operaciones a bordo, entre nudos, cabos, velas y cubiertas. Conocen todos los rincones del barco, todos los secretos de un velero como aquel de la Marina Militar. Cada operación a bordo tiene un silbido distintivo, una orden que debe ejecutarse únicamente escuchando un sonido.
"Antes era la única manera de poder 'hablar' entre nosotros sin ser abrumados por el viento - afirmó el contramaestre del Vespucci, Luca Zanetti -. Estamos tan acostumbrados a utilizar silbatos que somos capaces de reconocerlos. un timonel simplemente por el tono de su silbato". Y hay alguien a bordo que también está preparando una obra musical, exclusivamente para silbatos. (ANSA).
El silbato impone el lenguaje a bordo del Amerigo Vespucci
Cada sonido tiene significado, desde los más altos honores a las actividades a bordo