Con su belleza, primero deslumbrante y descarada, luego marcada y fascinante, finalmente desgarrada y avergonzada, Alain Delon vivió toda su vida como un Dorian Gray obligado por el éxito a mirarse en el espejo, pero incapaz de resistir la seducción, la pasión, al deseo trágico de gustar a los demás y a sí mismo.
En vida, lo que el presidente francés, Emmanuel Macron, definió como "un monumento de Francia", el irresistible Tancredi de "Il Gattopardo", nunca autorizó una biografía suya, ni siquiera para correr un lastimoso velo sobre sus inquietudes sentimentales; pero las mujeres marcaron su carrera y su vida, siendo a menudo un objeto de deseo narcisista, siempre pasiones constantes de un set a otro.
Cuando regresó muy joven a París después del servicio militar en Indochina, Delon, de 20 años, vivió como un vagabundo en el París bohemio de los años 50.
El mismo admitió que lo que lo salvó de un vagabundeo de excesos y malas compañías fue una mujer, la joven actriz Brigitte Auber (la recordamos por papeles de éxito como "Bajo el cielo de París", pero también por "Atrapar a un ladrón" de Hitchcock), que le ofreció un techo, una cálida pasión y un nuevo círculo de empresas entre las que se encuentran su colega Maurice Ronet y el gran Pigmalión Jean-Claude Brialy.
Ella es 10 años mayor, él ya no soporta trabajos ocasionales y trasnochar en busca de dinero y compañía. El encuentro de 1956 será breve porque Delon aceptará la invitación de Brialy de bajar al sol de la Riviera francesa (en el festival de Cannes) y luego desembarcar en Roma, escenario de la dolce vita de esa época.
Al regresar a París en 1958, aquel chico de sonrisa ingenua y ojos helados fue contratado por los hermanos Allegret para sus primeros papeles en la pantalla y el productor Serge Silberman (en colaboración con Angelo Rizzoli) lo eligió para ser coprotagonista con la actriz del momento, Romy Schneider, en "Christine" a partir de un texto de Schnitzler.
No es amor a primera vista, pero ya al final del rodaje en Austria, los dos no se vuelven a separar y Romy lo sigue a Francia, convirtiéndose rápidamente en una diva adoptada por la Nouvelle Vague de París.
Para Delon es el gran amor de su vida, aunque solo durará seis años, como él mismo recuerda en la desgarradora carta escrita en 1982, el día después de la muerte de Schneider.
Un amor bonito y turbulento, ya que ya en el 62 apareció en escena la cantante Nico y le dio a Delon su primer hijo, que nunca fue reconocido. Luego será el turno de Dalida, en ese momento la reina de la canción francesa, con quien nace una relación secreta y ardiente, que luego se transforma en una gran amistad, como en el caso de Romy Schneider.
En 1964, Alain Delon "endereza la cabeza" - como decían una vez - y se casa con Nathalie (nacida Francine Canovas), con quien compartirá decorado en "Le samourai - Frank Costello" de Jean-Pierre Melville y quien traerá al mundo al hijo favorito, luego detestado y redescubierto en una etapa avanzada de su vida, Anthony.
Ni siquiera este matrimonio aplaca el deseo de ser amado, seducido, buscado, del intérprete de éxitos memorables como "Borsalino" o "La piscina": antes de casarse con Nathalie compartió dormitorio con Marisa Mell, tras el divorcio (en 1968) conoce a Mireille Darc en el set de "Goodbye Jeff".
Nunca se casaron, pero se puede decir que la relación sentimental más larga de la estrella, ahora indiscutible, fue precisamente la que tuvo con ella, que duró 15 años aunque salpicada de traiciones sensacionales: con Sylvia Kristel, Sydne Rome, Dalila Di Lazzaro (por citar las historias más conocidas y espectacularizadas por la prensa sensacionalista).
En 1982, Delon se deja seducir -la expresión no es involuntaria porque, como muchos hombres de su generación, Delon se presenta como una víctima voluntaria del amor y casi siempre es abandonado, en lugar de decidir él mismo el final de sus historias- por Anne Parillaud, otra actriz hallada en un set, y luego a Catherine Pironi.
El siguiente punto de inflexión coincide con la plena madurez: en 1987 conoce a la modelo y periodista holandesa Rosalie van Breemen, unos 30 años menor, se va a vivir con ella, le da dos hijos (Anouchka y Alain Fabien) y resiste hasta 2001, cuando se retira a la soledad de la vejez.
En su finca de Douchy (Alto Loira), junto a sus perros y las sombras de la vida, le hace compañía, mitad ama de llaves y mitad cuidadora, la japonesa Hiromi, a quien sus hijos acusarán de plagio.
Es una de las páginas más dolorosas de la vida del actor: al final será él, esta vez, quien la aleje, encontrando la fuerza para afirmar, en una agotadora entrevista tras el derrame cerebral en 2019, "no puedo soportarla más, poco a poco, ¡quiero ahuyentarla!".
"Los intérpretes - dijo Alain Delon - se pasan la vida estudiando sus papeles; los verdaderos actores los viven porque se suben al escenario. Este era yo".
Y este es también el destino sentimental que siempre le ha acompañado: dejarse vivir, dejarse seducir, dejarse amar.
Además, en un estallido de rara autoironía, concluyó su aparición en "Astérix en los Juegos Olímpicos" de 2008 con un saludo que lo dice todo sobre él: "Ave Me". (ANSA).
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