Se trata de un cuento de hadas que se parece más a las historias de las divas italianas de la inmediata posguerra que a la espléndida realidad que convierte hoy a Bellucci en una estrella internacional.
Es allí donde creció la hija de Pasquale y Brunella, él empleado y ella ama de casa. Desde pequeña ha tenido figura de mujer, cabello azabache, sonrisa abierta; fue a la escuela en Città di Castello donde obtuvo su diploma de escuela secundaria clásica y para pagar la universidad en Perugia aceptó posar como modelo.
Los años 80 apenas comenzaban, aún no había reality shows y su elección ya estaba tomada, un camino que la acerca a íconos como Silvana Mangano, Sofia Loren y Marisa Allasio.
Entre mil dudas y otros tantos sueños, llegó a Milán en 1988, contratada por una agencia de moda que le abriría las puertas de las pasarelas más prestigiosas.
Mientras tanto, se casó (aunque su matrimonio con el fotógrafo Claudio Basso duró algunas semanas), abandonó su casa, cambió su acento de Umbría para ir a la escuela de actuación a la que asistió en el norte, puso sus ojos en Cinecittà, donde consiguió su primer contrato para la miniserie de televisión "Vida con niños" de Dino Risi en el papel de la joven Elda que hace perder la cabeza al mucho mayor Adriano (Giancarlo Giannini).
En pocos meses dos acontecimientos cambian su vida: se enamora de su colega Nicola Farron con quien vivirá durante casi seis años y Francesco Laudadio le ofrece el papel protagonista en "La riffa", la película con la que debuta en la pantalla grande. Durante años alternó la actuación con pasarelas de moda que la dieron a conocer en el extranjero y la convirtieron en protagonista del jet-set.
"Bellucci habla en serio", se escuchaba en Cinecittà y, de hecho, a los 30 años ya sabía actuar en inglés. Por eso Francis Ford Coppola la eligió en "Drácula de Bram Stoker" (1992), mientras que en Italia trabajó con Carlo Vanzina, Maurizio Nichetti y Antonello Grimaldi.
El segundo paso decisivo en su carrera como actriz tuvo lugar en 1996. En el apogeo de su popularidad como modelo, aceptó una película en Francia, "L'appartement", de Gilles Mimouni, con Vincent Cassel. El amor estalló entre los dos y, mientras tanto, las propuestas le llovían. La unión de esta fascinante pareja durará 14 años, marcada por el nacimiento de dos hijas y caracterizada por la existencia nómada de Mónica entre Londres, París, Roma y Río de Janeiro, donde más tarde descubrió que Cassel llevaba una doble vida amorosa.
Cuatro años más tarde, sin embargo, el cine italiano le ofreció una nueva e importante oportunidad, después de numerosas películas rodadas en Francia: Giuseppe Tornatore la convirtió en protagonista absoluta de "Malena", mientras que aterrizaba por primera vez en Cannes con "Bajo sospecha", de Stephen Hopkins, rodado junto a dos monstruos sagrados como Gene Hackman y Morgan Freeman.
Monica Bellucci es a estas alturas la estrella italiana más querida del mundo. Causará sensación como la reina Cleopatra en el título más exitoso de la serie "Asterix & Obelix" y la versión de "Ti amo" (Umberto Tozzi) acompañada por ella con gran autoironía en el remix de la canción, que es furor hasta en Asia.
La diva italiana escandalizó a los correctos con la controvertida "Irreversible", de Gaspar Noè, por la tórrida escena de la violación interpretada con Cassel, pudo regresar a Cannes como madrina de la edición de 2003 del festival, pudo unirse al elenco de " Matrix" (dos episodios) y ser María Magdalena en "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson.
Fue un ícono de los años 2000 y por eso Terry Gilliam la vistió de bruja en su versión de "Los hermanos Grimm"; Sam Mendes la quiso como Chica Bond para "Spectre" junto con el nuevo 007, Daniel Craig; Emir Kusturica la comprometió a su lado durante mucho tiempo en la convulsa "On the Milky Road" (tres años de rodaje con largas pausas).
Una vez terminada la historia de amor con Cassel, se dedicó a sus hijas (Deva debutó recientemente como actriz), trabajó ininterrumpidamente en cine y televisión en Italia, Francia y Hollywood, recibió los primeros premios de su carrera, regresó a Cannes como madrina, realizó su debut en el teatro como María Callas y conoció a Tim Burton con quien se fue a vivir a Londres.
Son instantáneas de una carrera y de una existencia vivida intensamente, llena de éxitos pero siempre con un aire de normalidad ferozmente defendido por la gloria efímera de las pasarelas.
En realidad, Bellucci siempre sigue siendo Mónica, capaz de burlarse de su acento nativo (como en "N" de Paolo Virzì), una madre cariñosa y muy mediterránea, una amante celosa y reservada, una estrella internacional que siempre ama recordar sus raíces y la deuda de gratitud con Italia.
Como cuando en 2006 aceptó, sin compensación alguna, ser anfitriona del Festival de Cine de Roma o hizo gala de un porte distante y altivo (de nuevo lleno de autoironía) en dos episodios de "Diabolik" dirigida por los hermanos Manetti.
En definitiva, en los albores de una nueva vida como protagonista, la actriz italiana más famosa del mundo hoy puede mirar atrás con una sonrisa. Eso sí, parafraseando a Celentano, "esa chica ha recorrido un largo camino". (ANSA).
Leggi l'articolo completo su ANSA.it