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Deslumbrante apertura de los Juegos de París: historia, amor y lluvia

Alivio, la seguridad sin fisuras. Sorpresivos portadores de la antorcha, dos emblemas de Francia: Pérec y Riner. El pebetero se quedó en el cielo.

Redazione Ansa

(ANSA) - PARIS, 27 JUL - Habían pensado en todo, habían preparado mil sorpresas -hasta la cadena de desvíos sobre el último portador de la antorcha y el brasero del globo aerostático-, pero la lluvia llegó, a torrentes, y fue la protagonista indiscutible.
    Después de desafiar el riesgo de ataques, críticas preventivas y acusaciones de protagonismo, los franceses llegaron al final de la velada más difícil. Ahora casi parece una Olimpíada cuesta abajo. Un poco largo, pesado, por momentos barroco, el desfile de barcos por el Sena con motivo de una ceremonia de inauguración olímpica inédita -por primera vez fuera de un estadio- fue, sin embargo, memorable.
    Thomas Jolly, el hombre que creó 4 horas de entretenimiento durante 6 kilómetros sobre el agua, quiso sorprender y lo consiguió: la Revolución Francesa con música metal como telón de fondo, María Antonieta con la cabeza bajo el brazo (en las redes sociales), la Mona Lisa robada por un misterioso villano que escapa bajo los puentes del Sena. Y luego el Moulin Rouge con su tradición, Lady Gaga volviendo a visitar el género dle music hall francés de Zizi Jeanmaire en lugar de la anunciada Edith Piaf, Notre-Dame resurgiendo de sus cenizas gracias al trabajo de los reconstructores. Y el majestuoso final, con Celine Dion cantando el "himno al amor" de Edith Piaf desde la Torre Eiffel.
    Francia deslumbró.
    En efecto, a lo largo del río estaba toda Francia y toda su larga y rica historia, los 320.000 espectadores aglomerados a lo largo del Sena, que miraban a veces perplejos, más a menudo aplaudían y gritaban de alegría a pesar de la lluvia, al final los que resistían salían a bailar al son de The Final Countdouwn y Freed from Desire, para una noche que prometía ser larga y que también se celebrará con una sensación de liberación. De, finalmente, "no pasó nada".
    A partir de mañana se competirá de verdad y la celebración será la de los atletas, con un espíritu olímpico celebrado por el lema del barón Pierre de Coubertin -también recordado varias veces esta tarde en el megaespectáculo-, el frencés que plasmó en esta misma París el legado olímpico.
    Son muchas las imágenes que quedarán de esta velada: para los italianos, la alegría de Tamberi y Errigo que cantaban en el barco, arrastrando a todos y silenciando los silbidos contra Israel, con quien compartían el barco del desfile. Pero más aún un estoico Sergio Mattarella, empapado por la lluvia, que no abandona la tribuna, cuyo techo no podía cubrir a todos. A los de arriba, incluidos Emmanuel Macron y el patrón del COI, Thomas Bach, se les garantizó protección, no a los de abajo.
    El presidente italiano esperó a que apareciera en la pantalla gigante el barco de los azzurri para levantarse bajo la lluvia y dar palmas de pie, como Sandro Pertini en la final del Mundial de fútbol, en Madrid de 1982. Quedarán los abucheos a Israel (cubierto por los cánticos italianos) y los aplausos para los palestinos, con gritos de "Palestina libre" provenientes de los parapetos a lo largo del río.
    Y luego, la celebración de los ucranianos y la ausencia de los rusos, los aplausos al paso del equipo de refugiados y el homenaje a las mujeres de Francia, los pétalos de flores de los argelinos en el Sena para recordar a las víctimas de la masacre de sus compatriotas en 1961 y los mensajes iniciales, el beso entre dos hombres mientras la Patrulla Francesa dibujaba un corazón rojo en el cielo. Un momento de gran emoción también para la majestuosa Marsellesa cantada desde la azotea del Grand Palais por Axelle Saint-Cirel.
    Muchos aplaudieron, aliviados por el final de una velada que también disipó la pesadilla de los atentados que perseguía a los franceses desde hacía meses. Mientras muchos desafiaron la lluvia y las incomodidades antes de abandonar el Sena por cansancio, muchas estrellas y personalidades disfrutaron del espectáculo desde posiciones privilegiadas. Entre todos, el puente de la Concordia transformado por Louis Vuitton -patrocinador "premium" de los Juegos- en un restaurante multiestrella. Entre los invitados, Tom Cruise, Mick Jagger, Elons Musk y Pharrell Williams.
    El espectáculo, de cuatro horas de duración y desarrollado casi en su totalidad bajo una lluvia torrencial, estaba diseñado para mostrar París y Francia, en una nueva grandeza, menos altiva y más inclusiva, abierta al futuro y sin barreras. El lema era sorprender, y el cometido se cumplió, con la antorcha que pasó de Zinedine Zidane y Rafael Nadal -siempre bajo la lluvia incesante- a las manis de Marie-Jo Pérec (atleta de 200 y 400 metros ganadora de tres oros olímpicos) y Teddy Riner (judoca, tres veces campeón olímpico y 11 mundial), dos deportistas emblemáticos de Francia.
    El misterio contuvo la respiración durante mucho tiempo, luego un "oooohhhh" general mientras se encendía el brasero, que estaba montado en un globo aerostático iluminado de color dorado. El globo subió a los cielos y todos los parisinos, con la cabeza mojada y la nariz respingona, siguieron su vuelo hasta desaparecer entre la lluvia y las nubes. Allí se quedará hasta el final de la cita, primer pebetero olímpico cerca del sol.
    (ANSA).
   

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