(ANSA) - WASHINGTON, 06 NOV - Los demócratas, aún en shock por los pésimos resultados electorales, están reviviendo la pesadilla de 2016 y, esta vez, el día después es aún más doloroso: de hecho, con la herida aún abierta por la derrota de Kamala Harris, el ajuste de cuentas en el partido ya comenzó.
El principal señalado de la derrota es Joe Biden: el presidente, según muchos, incluso una fuente anónima de la campaña de Harris, tiene "una gran responsabilidad" por haber persistido en permanecer en la carrera durante meses, obligando a los demócratas a sacarlo casi a la fuerza tras la debacle en el duelo televisivo contra Donald Trump.
Además, según los observadores, esa responsabilidad también la comparten asesores de su entorno, incapaces de oponerse al presidente hace un año, cuando no le impidieron volver a presentarse.
Harris, en los poco más de tres meses que tuvo a su disposición, intentó realizar un milagro, chocando con muchos líderes del partido (incluido quizás el propio Biden) que hubieran preferido miniprimarias antes que su investidura.
Y las tensiones internas alimentaron las que existían entre el personal de Harris y la campaña de su jefe, en la que la vicepresidenta inevitablemente tuvo que depender durante el período previo.
Los malentendidos fueron evidentes desde el principio, y muchos de los leales al presidente se vieron obligados a apoyar a una candidata en la que nunca creyeron.
Por su parte, Kamala también cometió varios errores: al intentar distanciarse de Biden -uno de los presidentes menos queridos, que cayó a sólo el 39% de aprobación-, no logró distanciarse verdaderamente de él y erigirse como una alternativa creíble, a pesar de que fue apoyada, especialmente sobre el final, por personalidades del calibre de Nancy Pelosi (quizás la que más presionó para la destitución de Biden) y del expresidente, Barack Obama.
Para el expresidente en particular, la debacle de Harris es un duro golpe que da nueva vida a quienes lo acusan, desde hace tiempo, de no haber sido capaz de formar una nueva generación de líderes demócratas, a pesar de los ocho años que pasó en la Casa Blanca.
Y las cosas no van mejor para otro noble padre del partido, Chuck Schumer, a quien se atribuye, entre otras cosas, la conquista de la mayoría republicana en el Senado.
En este clima venenoso, los críticos más malignos señalan que algunos dentro del partido tal vez no estén particularmente decepcionados por la derrota.
Algunos llegaron incluso a imaginar una cierta "satisfacción" albergada por Hillary Clinton, quien, al parecer, no soportaría ver a otra mujer romper ese techo de cristal que era el sueño de su vida.
Otros, sin embargo, ya piensan en los posibles aspirantes demócratas a la Casa Blanca para 2028, desde la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, hasta los de California y Pensilvania, Josh Shapiro y Gavin Newsom: una victoria de Harris los habría bloqueado durante ocho años, pero ahora pueden mirar más de cerca la esperanza del futuro.
Sin embargo, incluso para ellos el problema crucial sigue siendo el de restablecer un partido que ya no parece capaz de estar cerca de los estadounidenses. (ANSA).
Demócratas en shock, apuntan contra Joe Biden
Muchos errores y enfrentamientos dentro del partido