Esa misma ciudad, sin embargo, permaneció durante los últimos ocho años, de modo firme, en manos de las fuerzas gubernamentales, apoyadas por Rusia e Irán.
Moscú, acusado por muchos de no haber ayudado suficientemente a su aliado sirio, condenó la ofensiva de las milicias pro-turcas, calificándola de "amenaza a la soberanía de Siria".
Las autoridades de Damasco, afirmó el Kremlin, deben restablecer el orden en la zona.
La ofensiva, que comenzó el miércoles pasado, ya se cobró cerca de 300 vidas, en su mayoría hombres armados de los distintos bandos, así como una treintena de civiles, entre ellos, mujeres y niños.
La ONU registra actualmente alrededor de 15.000 civiles desplazados, pero la cifra está destinada a crecer con el paso de las horas.
Hoy, entre otros, cuatro estudiantes fueron asesinados en la ciudad universitaria de Alepo, que fue bombardeada con artillería por facciones cooptadas desde Ankara.
Se pueden contar otros civiles muertos -pero no hay balances precisos y verificables sobre el terreno- bajo los escombros de los edificios alcanzados por los ataques aéreos rusos y gubernamentales en la cercana zona de Idlib, un bastión de las milicias financiadas, organizadas y armadas por Turquía durante años.
El propio Ministerio de Asuntos Exteriores turco, como primer comentario oficial de Ankara sobre la violencia en curso, ordenó a Damasco y a Moscú que pusieran fin a los bombardeos aéreos.
Por su parte, el gobierno sirio presidido por el presidente Bashar al Assad afirmó haber "eliminado a cientos de terroristas", entre ellos, numerosos mercenarios extranjeros.
En los distintos videos publicados en las redes sociales por milicianos yihadistas pro-turcos, se puede ver a combatientes sirios junto a otros turcomanos y uigures de Xinjang.
Ellos habían encontrado una resistencia moderada en el campo occidental de Alepo por parte de las fuerzas gubernamentales y sus aliados extranjeros, incluidos el Hezbolá libanés, los chiítas afganos proiraníes y el Pasdaran iraní.
Un general de la Guardia Revolucionaria iraní fue asesinado en las afueras de Alepo.
Pero al entrar en la que, durante siglos, fue la ciudad más importante de todo Medio Oriente, las fuerzas yihadistas casi no encontraron resistencia.
Las periferias occidental, septentrional y meridional de Alepo han sido vaciadas de las ya escasas tropas regulares sirias y de los pocos auxiliares proiraníes que huyen y, en su lugar, han sido pobladas por nuevos milicianos sirios, muchos de los cuales se muestran incrédulos y se alegran de poder "regresar" a Alepo después de ser expulsados durante el sangriento asedio del gobierno ruso-iraní a los barrios orientales que terminó en diciembre de 2016.
"¡Somos sus hermanos! ¡No tengán miedo!", repetían insistentemente los líderes de las milicias yihadistas a los civiles de Alepo que permanecían encerrados en sus casas esperando entender la evolución de una situación inesperada.
Por la tarde, el líder de los yihadistas, Abu Muhammad Jolani, jefe de la antigua ala de Al Qaeda en Siria, pidió a sus combatientes que respeten a los habitantes de Alepo, "de todas las confesiones religiosas".
En Alepo, el sentimiento se mezcla entre quienes reciben con agrado a "los revolucionarios" y quienes temen la venganza.
"No llegaron refuerzos militares del gobierno", declaró a ANSA Yaman, un ingeniero de Alepo que huyó hacia Damasco esta mañana. Pero la carretera hacia el sur está interrumpida en Saraqeb, un centro clave en la región de Idlib, tomado por los yihadistas que interrumpieron el eje viario Damasco-Alepo.
Y continuaron su avance por el campo alrededor de la metrópoli siria, conquistando alrededor de 60 ciudades y localidades más pequeñas en el noroeste.
En ese contexto, el ministro de Asuntos Exteriores sirio, Faysal al Miqdad, habló por teléfono con su colega iraní, Abbas Araghchi, quien reiteró la intención de Irán de seguir apoyando al Gobierno de Bashar al Assad. (ANSA).
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