Política

Washington prueba frenar a Netanyahu, temor por Teherán

Biden gana tiempo con Rafah, envía a Sullivan a ver a bin Salman

El presidente estadounidense, Joe Biden, y su esposa Jill en Pascua en la Casa Blanca.

Redazione Ansa

(ANSA) - WASHINGTON, por Claudio Salvalaggio - Un Joe Biden, cada vez más irritado, pero impotente, está ganando tiempo congelando la anunciada ofensiva israelí en Rafah, pero ahora teme lo que siempre ha tratado de evitar desde el ataque de Hamás el 7 de octubre: la escalada del conflicto en Medio Oriente después de que Tel Aviv levantó la mira, primero contra Hezbolá en el Líbano y luego contra los líderes de los Pasdaran en el ataque al consulado iraní en Damasco, atribuido a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
    Un ataque que empujó a Teherán a amenazar una venganza contra Israel, a través del líder supremo Ali Jamenei.
    Y para poner también a Estados Unidos en el punto de mira, reavivando la alarma para todo el personal militar y diplomático estadounidense en Oriente Medio, como confirma el dron lanzado por las fuerzas iraquíes proiraníes contra una base militar estadounidense en Siria en Tanf, la primera ataque tras la tregua negociada con Teherán a mediados de febrero. "Estados Unidos no está implicado de ninguna manera" en el ataque, aseguró el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, John Kirby.
    Pero para Ali Shamkhani, asesor militar de Jamenei, la "responsabilidad directa" del ataque recae en Estados Unidos: "El régimen sionista, actuando como un ejército en nombre de Estados Unidos en la región, cometió un acto tonto al atacar el consulado iraní en Damasco. El hecho de que Washington fuera consciente de las intenciones de Israel no influye en la responsabilidad directa de Estados Unidos por este crimen y sus consecuencias", escribió en la red social X.
    Una línea compartida por el Ministro de Asuntos Exteriores iraní, Hossein Amirabdollahian, que hizo convocar al encargado de negocios de la embajada suiza que representa los intereses estadounidenses en Irán para enviar "un mensaje importante al gobierno estadounidense": a saber, que "como partidario del régimen sionista, Estados Unidos debe ser considerado responsable del ataque".
    El riesgo es que Teherán reavive las tensiones a través de las milicias que controla, desde los hutíes hasta Hezbolá, abriendo nuevos frentes de conflicto que hasta ahora se han mantenido bajo control.
    Un peligro que Biden no quiere correr mientras intenta pacientemente tejer su red en Medio Oriente, evitando las crecientes protestas del voto árabe, que podrían costarle las elecciones.
    Por un lado, se está ganando tiempo en relación con la operación israelí en Gaza, gracias a las nuevas conversaciones que se celebrarán la próxima semana con la delegación de Tel Aviv, después de las "constructivas" del lunes, en las que Israel aceptó tener en cuenta las preocupaciones estadounidenses.
    Por otro lado, envió al asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, a ver al príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman para avanzar en la normalización de las relaciones entre Israel y Riad -que el ataque de Hamás del 7 de octubre quiso socavar- y está fomentando la transición de la Autoridad Palestina.
    No ayudan "incidentes" como el asesinato de siete trabajadores humanitarios de World Central Kitchen en Gaza en un ataque israelí, sobre el cual el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, pidió una "investigación rápida e imparcial". Ni la intención de Benjamín Netanyahu de prohibir Al Jazeera.
    Pero por ahora Biden no parece querer ni poder renunciar a Netanyahu, como sugiere la aprobación por parte de su administración de 25 aviones F-35 por 2.500 millones de dólares y la inminente luz verde para 50 F-15 por otros 18.000 millones, además de bombas y otros armamentos.
    La entrega llevará mucho tiempo, pero mientras tanto crea la sensación de puertas abiertas para las necesidades del aliado, a pesar de las repetidas advertencias de frenar su ofensiva protegiendo a los civiles. Una línea que alimentará la frustración y el descontento en el partido y entre los votantes, especialmente los más jóvenes. 
   

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