Por ello, en la Casa Blanca se vieron obligados a efectuar algunos recortes importantes en la misión del primer mandatario en Apulia por la cumbre de los grandes de la Tierra: como decir 'no' a la cena ofrecida por el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, en Castillo Svevo, en Brindisi, a la que además de los líderes de las potencias mundiales fueron invitados, entre otros, el líder turco, Recep Erdogan, y el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
En Borgo Egnazia, explicó la vocera de la Casa Blanca, Bianca Karine Jean-Pierre, serán jornadas "repletas de obligaciones. Dos, dos días y medio entre sesiones de trabajo y encuentros bilaterales". "No haría de ello un caso si el presidente no concurre a una cena", afirmó la portavoz. Incluso si el dueño de casa es el jefe de Estado que hospeda el G7.
El cansancio de Biden es claro desde su llegada a Borgo Egnazia, alimentando inevitablemente las voces acerca de su real estado de salud y resistencia física y psíquica. La premier Giorgia Meloni, que en las primeras horas de la mañana recibió a todos los grandes de la Tierra, debió esperar unos interminables 20 minutos antes de que el inquilino de la Casa Blanca apareciera.Un retraso récord por el cual no fue dada alguna explicación.
"No debería dejar a una mujer esperando así...", el chiste con el que la primera ministra recibió al presidente estadounidense en un intento de aliviar cierta vergüenza. Biden sonrió, pero a todos los observadores no se les pasó por alto una expresión más tensa de lo habitual, combinada con el andar rígido ya habitual del mandatario norteamericano que, a veces, le hace parecer inestable y requiere la discreta intervención de sus agentes de seguridad.
En la tarde -tras tres intensas sesiones de trabajo sobre Africa, Medio Oriente y Ucrania- Biden asistió con todos los otros líderes al green de Borgo Egnazia a una espectacular demostración de paracaidismo que dieron vida los hombres del Folgore. Aquí también el comandante en jefe se mostró, a veces, desorientado.
Y no pasó desapercibido el gesto del presidente francés, Emmanuel Macron, que, en un cierto momento, le tomó una mano como para involucrarlo en las charlas de las que parecía estar distanciado.
No obstante aquí, en el campo de golf, fue uno de los raros momentos de relax de la jornada, antes de la conferencia de prensa nocturna con el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky.
Mañana nuevo torbellino de encuentros antes de un larguísimo viaje de retorno con el Air Force One que lo llevará, primero de Brindisi a la base Andrews, a las puertas de Washington, y luego a Los Angeles para meterse en la extenuante campaña electoral.
(ANSA).
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