Política

El contramaestre y los secretos del Vespucio

Velas de cáñamo, 36 km de cuerdas, solo un objeto sin pulir

El Amerigo Vespucci en Darwin

Redazione Ansa

(ANSA) - DARWIN, 05 OTT - Treinta y seis kilómetros de cabos, 23 velas y maniobras estrictamente manuales. Para poder operar en el Amerigo Vespucci (Américo Vespucio) se necesitan años de experiencia, cualidades marineras de alto perfil y una enorme pasión por un barco de 93 años, símbolo de todo un país que necesita mantenimiento y cuidados constantes.
    Uno de los elementos clave del buque escuela de la Armada es el contramaestre, una figura "mitológica" capaz de comunicarse mediante silbatos y desligarse de términos marineros que nada tienen que ver con su significado original.
    Para contribuir a que un barco esté siempre impecable es necesario mucho mantenimiento, sobre todo tratándose de un barco nacido en 1931 y que, aún hoy, mantiene el encanto de hace casi 100 años. Pero, para tener buena suerte, nunca se pule un solo objeto desde el momento de la salida hasta el desembarco. Una tradición que también respeta la tripulación que llegó ayer a Darwin, Australia, escala número 24 del periplo mundial del velero.
    "Todas las piezas de latón se pulen diariamente, excepto una - dice el contramaestre, el mariscal Luca Zanetti-: la campana de proa. Es una tradición, una especie de amuleto de buena suerte. Se pule el día antes de la salida de una actividad y solo brilla cuando se llega al destino".
    En el Vespucci, continúa el mariscal, desde hace 16 años a bordo del barco, "hay una historia en todo lo que se hace. Las tradiciones se transmiten sobre todo desde el punto de vista marinero". "La peculiaridad de un barco como este es que todavía está concebido como un barco de hace 93 años - subraya -, por lo que tenemos las velas que son de material natural, la lona de cáñamo, así como todos los aparejos".
    Todo en el barco huele a madera y brilla sobre el latón.
    La tripulación pinta cada detalle en cada momento para que, una vez lleguen a puerto, todos puedan admirar la estética de uno de los últimos veleros que aún surcan el mar.
    "A bordo del Vespucci tenemos 36 kilómetros de sogas, el mayor entrenamiento que hay que hacer es entender dónde se sitúan todas las maniobras, para que incluso de noche puedas saber dónde posicionarte para realizar las maniobras", apunta Zanetti.
    Las velas, sin embargo, "son 23, para una superficie total de 2.600 metros cuadrados". "Para aprender a tener roles importantes a bordo necesitamos años, incluso una docena. El palo de proa, que es el que más en el centro de las maniobras está, tiene al menos 10 años. Sí, comienza desde pulir el latón hasta que aprendes todas las maniobras", continúa el Mariscal de la Armada. Y en unos días volverán a navegar, contramaestres y timoneles están listos para zarpar de nuevo con sus "silbatos" hacia Singapur. (ANSA).
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