Depresión, retraimiento social, rechazo escolar, autolesiones, ansiedad, trastornos alimentarios e ideas suicidas se multiplican entre los adolescentes.
Alrededor de 1 de cada 7 adolescentes en todo el mundo sufre un trastorno mental diagnosticado. En Europa hay más de 11 millones de menores que padecen algún problema de salud mental y alrededor de 2 millones en Italia.
"En los últimos 10 años, las consultas neuropsiquiátricas en las urgencias del hospital han aumentado un 500%", afirma Stefano Vicari, jefe de neuropsiquiatría infantil y adolescente del Bambino Gesù.
Las señales de alerta a las que los padres deben prestar especial atención son "los cambios, especialmente cuando son repentinos y prolongados en el tiempo".
Cuando un niño o un adolescente comienza a mostrar signos de malestar psicológico, estos van acompañados de cambios emocionales y de comportamiento que pueden afectar el rendimiento escolar, con un empeoramiento repentino, la aparición de dificultades para dormir por la noche, un empeoramiento de los hábitos alimentarios (comer demasiado, comer poco, comer mal), abandono de una actividad deportiva que se practicaba con satisfacción, retraimiento social, irritabilidad y mal humor acentuados o anhedonia excesiva, es decir, la dificultad para sentir placer por las cosas que antes le daban placer.
"Obviamente todos los adolescentes presentan estos patrones de comportamiento de vez en cuando - aclara Vicari - Pero cuando estas actitudes se vuelven cotidianas, representan un cambio claro respecto al comportamiento habitual y duran semanas o meses, entonces es bueno pedir ayuda".
Las señales de alarma también pueden ser físicas: es el caso de las autolesiones, que están aumentando rápidamente, especialmente entre los adolescentes jóvenes (13-14 años).
Incluso el aumento o pérdida de peso repentino y excesivo puede ser una señal de que un trastorno alimentario está oculto.
El primer consejo es estar ahí. Tanto la calidad como la cantidad del tiempo que pasas con tus hijos es importante. También es importante encontrar tiempo para estar en silencio con ellos. No es necesario que le diga constantemente qué hacer y qué no hacer. El ejemplo es mucho más importante. Es importante escucharlos y ver lo que hacen.
"Para ello es necesario encontrar tiempo - explica Vicari - Es fundamental garantizar una presencia física junto a los hijos. De lo contrario, la comunicación corre el riesgo de volverse predominantemente funcional y directiva: lavarse, estudiar, ordenar. El mensaje que hay que transmitir a los niños es 'si me necesitas, aquí estoy'".
Otro aspecto central de la creación de un entorno óptimo para los niños es permitirles establecer relaciones, incluso dentro de la familia. Un estudio con menores que pudieron afrontar mejor el distanciamiento social y las restricciones durante el Covid 19 demostró la importancia de vivir en una familia numerosa, donde hablamos, jugamos, leemos y hacemos actividad física. (ANSA).
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