Un intenso diálogo entre los temas geopolíticos y las relaciones bilaterales entre los dos aliados más cercanos.
El único que evocó una agenda fue el viceprimer ministro, Matteo Salvini, con su aplauso sobre la red social X al viaje relámpago a Palm Beach "para hablar de paz, cooperación industrial y comercial, seguridad y la liberación de Cecilia Sala".
De Elon Musk, mediador de la reunión y as en la manga de Meloni, no se vio rastros en Mar-a-Lago, pero sus proyectos de inversión en Italia siguen rondando, desde Starlink a la Inteligencia Artificial (IA) y el espacio.
Entre los temas más candentes está la amenaza de una nueva guerra comercial, también contra Europa, así como la reducción del apoyo estadounidense a algunos países de la OTAN que no pagan lo que les corresponde y a Ucrania en la guerra contra Rusia.
Los nuevos aranceles perjudicarían al Made in Italy, que vive de las exportaciones y que podría sufrir un revés con consecuencias para la todavía débil recuperación de la economía italiana.
Italia también se encuentra entre los pocos países de la OTAN que aún no alcanzaron el 2% del PIB para gasto militar, incluso si se comprometió a hacerlo y puede presumir de la mayor contribución de personal en misiones de mantenimiento de la paz a nivel internacional.
Pero Trump, según algunos rumores recientes en la prensa, tiene intención de pedir un aumento de hasta el 5%.
En cuanto a Ucrania, sin embargo, quiere un acuerdo de paz, pero las condiciones no están claras. Y en cualquier caso, los costos astronómicos de la reconstrucción y el posible mantenimiento de la seguridad en la frontera con Rusia recaerían todos sobre los europeos.
Meloni ya puede contar con una fuerte apertura crediticia por parte de Trump, quien ha elogiado repetidamente su fuerte liderazgo y declarado su intención de trabajar con ella.
"Realmente tomó por asalto a Europa y a todos los demás", la halagó.
La primera ministra puede, por lo tanto, aspirar a convertirse en el interlocutor clave del magnate en Europa, la mediadora de las tensiones entre las dos orillas del Atlántico, un "puente diplomático" entre Estados Unidos y la UE.
Como la reconocen los medios internacionales autorizados, también por la estabilidad de su gobierno en el contexto de la crisis franco-alemana. Pero tendrá que entrar en una cristalería, teniendo cuidado de no parecer demasiado aplastada por el magnate ante los ojos de otros líderes europeos y decidida a salvaguardar sólo los intereses nacionales.
La primera ministra aún no ha expresado sus reservas sobre asistir a la ceremonia de toma de posesión de Trump después de la invitación que recibió en París, con el riesgo de romper los protocolos diplomáticos y encontrarse en compañía solo de (el primer ministro húngaro, Viktor) Orban o (el presidente argentino, Javier) Milei. Pero la visita relámpago con la que rindió homenaje al mandatario electo le permite ahora un mayor margen de maniobra. Incluso a costa de dejarle el escenario a Matteo Salvini. (ANSA).
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