"Turquía ha hecho solicitudes que no podemos aceptar", es la última alarma lanzada por el gobierno de Estocolmo.
Tras el acuerdo tripartito firmado en junio para desbloquear el callejón sin salida (Suecia y Finlandia renuncian a acoger a militantes del PKK a cambio del sí turco a la OTAN), los puntos de fricción no parecen superados todavía.
Estocolmo en particular, que tiene lazos más sólidos con la diáspora kurda, es acusada por Ankara de no haber hecho lo suficiente para extraditar a presuntos terroristas.
Sin embargo, el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, ha dejado claro ahora que su gobierno ha respetado sus compromisos.
"Turquía ha confirmado que hemos hecho lo que prometimos, pero también dice que quiere cosas que no podemos, no queremos dar", dijo Kristersson en una conferencia de seguridad en Salen. Y agregó que la decisión de Erdogan dependerá mucho de la "política interna" turca. Una clara referencia a las elecciones presidenciales de junio, en las que el presidente se postula para la reconfirmación.
En cuanto a la OTAN, se mantiene el perfil de expectación esperanzada. Stoltenberg, en la conferencia de Salen, dijo que espera que Suecia y Finlandia se unan para 2023, porque los dos países "están claramente comprometidos con la cooperación a largo plazo con Turquía".
Y la entrada de los dos países en la Alianza es fundamental, en la medida en que la agresividad rusa mostrada en Ucrania también podría tener consecuencias sobre la "seguridad de las regiones del norte" de Europa, subrayó Stoltenberg.
Suecia, a la espera del fatídico sí de Ankara (y de Budapest, que sin embargo no parece ser un obstáculo), participará en las patrullas de la OTAN en el Mar del Norte: una señal más del bloque militar occidental de que la adhesión de Estocolmo ya no es una cuestión vacilante, pero nadie sabe cuándo se concretará. (ANSA).
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