El largo post publicado en Telegram por Elvira Vikhareva, envenenada seis meses atrás con sales de metales pesados según una técnica clásicamente atribuida a los servicios moscovitas, es el manifiesto programático de quien no tiene intención alguna de rendirse y una acusación que, sin retórica, apunta derecho a las paredes rojas del Kremlin.
"Es hora romper el silencio y enfriar un poco el ardor de las discusiones ligadas a las noticias sobre mi salud. Primero y, quizás, más importante, dejen de enterrarme antes de tiempo.
Morir no está absolutamente en mis planes", aclara la opositora rusa para despejar el campo de las ilaciones acerca de las razones de su reserva, no obstante los estudios médicos seguidos a una serie de síntomas entre fines de noviembre y comienzos de febrero hallaran en la sangre presencia de bicromato de potasio, una sustancia altamente tóxica y cancerígena.
La joven política, de 32 años, explica que calló su condición por "temores razonables y justificables por la seguridad de mi mi vida y de aquellos que están cerca mío hoy", y pide a los periodistas "tratar con comprensión" su situación.
Luego el ataque al zar y los suyos: "No esperen, no renunciaré a mi posición, no me esconderé en un rincón esperando compasión y no me callaré", dice.
Opositora de raza, vale decir, que sin gozar de la notoriedad y del apoyo internacional reservado a Alexei Navalny, agradece a quien se preocupa por ella y la invita a abandonar Rusia, pero les pide a ellos no hacer de ella "una heroína o una víctima del régimen" porque, "como muchos otros, elegí hace tiempo este camino y sé que está recubierto de minas". "Por ahora pretendo quedarme en Rusia", expresa en Telegram.
Vikhareva se dirige a quien no apoya al régimen del zar pero tiene miedo hacer oposición diciendo que "esto es lo que quiere Putin y su aparato", y que es necesario olvidar la "la frase tóxica" que muchos repiten: "No depende de mí".
"Si queremos respirar debemos continuar resistiendo. La indiferencia es hija de la guerra y el caos, y hoy estamos recogiendo esos frutos", asevera Vikhareva, originaria de Irkutsk, Siberia, con diploma en periodismo y una breve experiencia televisiva, antes de acercarse no todavía veinteañera a la lucha política durante las protestas contra el fraude electoral de 2011.
Y cuando dice con claridad cristalina que "el país está gobernado por asesinos y cobardes -ahora lo sé mejor que cualquier otro en carne propia-. Su poder se basa en el despotismo y el miedo. Debemos ser fuertes frente al enemigo", parece casi sentir la voz incorruptible de Anna Politkovskaja.
(ANSA).
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