Están los que argumentan que los disturbios son fruto de una actitud demasiado permisiva por parte del Estado francés, definido como "débil", y quienes, en cambio, se desquitan con la política "islamófoba" y "antiárabe" de las autoridades francesas.
Para superar estas dos tesis están aquellos que, como los activistas libaneses y sirios, subrayan las causas socioeconómicas de la "intifada de las balieus" e invocan, con una clara referencia al lema de la Revolución Francesa, la urgencia de aplicar el principio de igualdad de todos los ciudadanos ante el Estado.
El conocido columnista saudita Abderrahman Rashed sostiene que las protestas de los últimos días reflejan "la debilidad de la autoridad central" en Francia y "la disminución del respeto por las instituciones estatales" por parte de segmentos de la población francesa.
Según Rashed, definido por algunos como uno de los voceros del sistema político de Arabia Saudita, donde están prohibidas las manifestaciones públicas y cualquier forma de disidencia, en Francia "los sistemas judicial y legislativo son excesivamente pasivos", tanto que "las manifestaciones transforman la plaza en un estado de guerra civil".
El influyente y rico empresario de los Emiratos Arabes Unidos, Khalaf Habtoor, comparte la misma opinión, según la cual la responsabilidad de los disturbios en Francia debe recaer en quienes han decidido "naturalizar a los inmigrantes".
Miembro de la élite política y financiera de los Emiratos, país que prohíbe las formas de protesta social y adopta una política altamente discriminatoria contra los trabajadores extranjeros, Habtoor dijo: "La naturalización (de los migrantes) es un peligro existencial que amenaza y destruye cualquier pueblo".
Los medios de comunicación financiados por Qatar, país del Golfo que, sin embargo, se ha mantenido durante años como un defensor de la imagen del islam político, atacan en cambio las actitudes "antiárabes" e "islamófobas" de las autoridades y la policía francesas.
Aljazeera TV, financiada por Doha, ha insistido en los últimos días en subrayar los orígenes argelinos del joven Nahel, el joven de 17 años asesinado el pasado martes por la policía en Nanterre, a las afueras de París, en el acto que desencadenó los disturbios.
Según Aljazeera, el asesinato de Nahel "refleja el racismo estructural del estado francés hacia las poblaciones colonizadas, especialmente las del norte de Africa".
Para Ryan Freschi, investigador afincado en París y que escribe para Middle East Eye, un portal de análisis también financiado por Qatar, "los disturbios son una forma política de disidencia expresada por una generación de jóvenes musulmanes no blancos, cuyas vidas son considerados inferiores y sin sentido por el estado francés".
Según él, "la legislación en Francia garantiza que los actos islamofóbicos y racistas de la policía no sean sancionados y que los policías permanezcan inmunes al enjuiciamiento, dando así a los oficiales carta blanca contra los musulmanes y los franceses no blancos". (ANSA).
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