Al menos 19 cohetes cayeron sobre el centro de la ciudad, entre ellos nueve Kalibr e Iskander derribados por el fuego antiaéreo ucraniano, así como los mortíferos Kh-22 y Onyx, que los sistemas de defensa de Kiev suministrados por sus socios internacionales fueron incapaces de interceptar y que se dirigieron directamente contra objetivos de interés cultural y logístico.
Además de la catedral, también sufrieron daños la Casa de los Científicos, el edificio del Liceo Estatal de Música de Odesa, al menos 25 edificios históricos y algunas infraestructuras portuarias.
Y sobre el débil escudo aéreo ucraniano se clavó la autodefensa rusa aún más débil e inverosímil: "La causa más probable de su destrucción (de la Iglesia de la Transfiguración) fue la caída de un misil guiado antiaéreo ucraniano como resultado de las acciones de operadores analfabetos de sistemas de defensa aérea, que el ejército de Kiev colocó intencionalmente en áreas residenciales de áreas pobladas", atacó el Ministerio de Defensa ruso.
La respuesta de Kiev fue inmediata, calificando el bombardeo como un "crimen de guerra".
Después de prometer una "represalia contra los terroristas rusos" a través de Twitter, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, lanzó un sincero llamamiento a los aliados pidiendo "un verdadero escudo aéreo: la única forma de derrotar el terror de los misiles rusos" que causó dos muertos y más de 20 heridos en Odesa.
Pero las bombas de Moscú alcanzaron un total de diez regiones de Ucrania en 24 horas con un saldo de diez civiles muertos y más de 40 heridos. Y con el ataque a Odesa, según el secretario del Consejo de Seguridad y Defensa Nacional de Ucrania, Oleksiy Danilov, los rusos intentan cortar por completo el acceso de Kiev al Mar Negro, neutralizando así los esfuerzos internacionales para restaurar el funcionamiento del corredor de cereales.
Ataques, de parte del presidente ruso, Vladimir Putin, también sobre el frente mediático.
Reunido en San Petersburgo con su fiel aliado bielorruso, Alexander Lukashenko, el líder del Kremlin reiteró que la contraofensiva ucraniana "fracasó".
La valoración del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, es la opuesta, según la cual la contraofensiva "está al principio" y "llevará meses", pero en todo caso Kiev reconquistó en torno al 50% de los territorios inicialmente ocupados por Rusia.
Mientras tanto, Lukashenko lanzó una nueva alarma incontrolable.
Los Wagner "están empezando a estresarnos" porque quieren "ir a Occidente", "marchar a Varsovia" y "caminar hacia Polonia, a Rzeszow", advirtió el bielorruso, proporcionando a Putin garantías sobre su capacidad para controlar a los mercenarios ("los mantengo en el campamento") y detalles sobre el redespliegue de las fuerzas armadas polacas hacia las fronteras con Bielorrusia, completos con mapas actualizados.
"Una de las brigadas ha encontrado un lugar a 40 kilómetros de Brest" y otra "fue trasladada a poco más de 100 kilómetros de Grodno", informó Lukashenko, según la agencia estatal Belta, añadiendo que "Rzeszow se está convirtiendo en activo, un aeródromo donde los estadounidenses están trasladando equipos". No se filtró ningún comentario de Putin, sobre quien, tras el ataque de Odesa, se centró una ola de condenas internacionales. Empezando por la de la UNESCO, que habló de "brutales ataques rusos" contra varios lugares del centro de la ciudad, Patrimonio de la Humanidad.
En el Angelus, el Papa también volvió a pedir oraciones por "la querida Ucrania, que sigue sufriendo muerte y destrucción, como desgraciadamente sucedió también esta noche en Odesa".
El Comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, habló de "desgracia irreparable", mientras que el viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani, lo calificó de "acto indigno".
La "barbarie no prevalecerá", afirmó el Palazzo Chigi en una nota, prometiendo que "Italia, con su experiencia única en el mundo en restauración, está dispuesta a comprometerse en la reconstrucción de la catedral de Odesa y otros tesoros del patrimonio artístico ucraniano". (ANSA).
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