El féretro fue recibido poco antes de las 11 (hora local) en el cementerio y transitó el pasillo con su padre Gino, su hermano Davide y su abuela, además de otros familiares.
Elena, la hermana que denunció cómo todavía mueren mujeres por culpa del patriarcado, prefirió entrar por una entrada lateral de la iglesia, junto a una amiga.
Luego inmediatamente fue a refugiarse en los brazos de su padre, con la cabeza apoyada en su hombro y los ojos entrecerrados.
El presidente italiano, Sergio Mattarella, quien envió una corona de flores -al igual que la premier Giorgia Meloni y los presidentes del Senado y de la Cámara- la recordó durante la ceremonia de entrega de las Estrellas al Mérito en el Trabajo.
En representación del Gobierno estuvo presente el Ministro de Justicia, Carlo Nordio, junto con las autoridades locales, empezando por el presidente regional Luca Zaia y el alcalde de Padua, Sergio Giordani, los parlamentarios y la rectora de la universidad, Daniela Mapelli.
Muchas, en la iglesia y fuera, con el lazo rojo en la solapa contra la violencia de género.
En su homilía, el obispo de Padua, monseñor Claudio Cipolla fue al grano al pedir "la paz entre los géneros, entre el hombre y la mujer. Queremos aprender a amar -subrayó - y vivir en el respeto mutuo, buscando incluso el bien de los demás en el don de nosotros mismos".
"Ya no podemos permitir actos de opresión y abuso; por eso necesitamos contribuir para poder transformar la cultura que los hace posibles. Quizás ustedes, los jóvenes -añadió- puedan ser más atrevidos que en el pasado. En libertad pueden amar mejor y más: ésta es su vocación y ésta puede y ¡debe convertirse en tu felicidad!", dijo.
Luego hubo palabras para Filippo Turetta, por quien Cipolla pidió "la paz de corazón".
"Nuestro corazón -prosiguió- busca ternura, comprensión, cariño, amor. La paz del corazón es paz con uno mismo. ellos mismos, con su propio cuerpo, con su propia psique, con su propios sentimientos, especialmente aquellos que se refieren al significado de las acciones que realizamos y del sentido de la vida".
En su saludo al final del ritual, Gino Cecchettin, afirmó: "Que la memoria de Giulia nos inspire a trabajemos juntos contra la violencia, que su muerte esté ahí para impulsar el cambio", invocó.
Y a Giulia: "Te quiero mucho, y Elena y Davide también te adoran. No sé rezar, pero sé esperar. Quiero esperar junto a ti y a tu madre, y a todos ustedes presentes aquí, que toda esta lluvia de dolor fertilice el suelo de nuestras vidas, y que algún día brote, y que produzca frutos de amor, de perdón y de paz".
Un discurso que tocó mentes y corazones.
Zaia, a la salida, inmediatamente pidió que estas palabras se difundieran en las escuelas.
Y el ministro de Educación, Giuseppe Valditara, lo prometió: esas palabras "de alto valor moral y civil" serán enviadas "a las escuelas para que los profesores puedan compartirlas con sus estudiantes".
Estudiantes como Giulia que ya no está: el ataúd blanco salió de la basílica recibido por grandes y larguísimos aplausos, entre los diez mil en el cementerio y en Prato dalla Valle.
(ANSA).
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