Pero seis semanas antes de las elecciones europeas, nadie, y menos aún la premier italiana Giorgia Meloni, quería correr el riesgo de votar por un pacto que sería difícil de vender en la campaña electoral.
Manos libres, por lo tanto, hasta junio para una campaña electoral que puede requerir posicionamientos diferentes hasta los últimos días. Por eso prevaleció en la mayoría la estrategia de la abstención. Una estrategia de la que los directamente implicados informaron, con mucha antelación, tanto al inquilino del ministerio de Economía como a los presidentes de los grupos socialistas de la UE y del PPE (Partido Popular), del que el PD (Partido Demócrata) y el FI, que votaron en desacuerdo.
En la Cámara Europea nadie pareció sorprenderse por el voto de los partidos italianos. "Sabemos que había opiniones diferentes, se comunicaron en la reunión y no hay ningún problema", explicaron fuentes del Grupo S&D (Socialistas y demócratas). Menos sutíl tal vez fue la reacción de Manfred Weber, de la Unión Social Cristiana de Baviera y presidente del Partido Popular Europeo. Pero, incluso en este caso, se decidió no suscitar ninguna controversia.
Además, el Pacto de Estabilidad es tradicionalmente una cuestión entre Estados, más que entre grupos en la Cámara Europea. Y en este Pacto hay un sello franco-alemán que, desde el acuerdo del pasado diciembre, ha llevado a Meloni a actuar con la máxima cautela. El propio Giorgetti, por otra parte, siempre había hablado de un "compromiso" que Italia aceptaba, ciertamente no apreciado al 100%, y de hecho anunció la abstención de los partidos mayoritarios en la audiencia en el Parlamento el lunes por la tarde.
Por lo tanto, la abstención no es una sorpresa ni - insisten en subrayarlo incluso en la Liga - un desmentido de la acción del Ministro. De hecho, los hombres de Matteo Salvini aseguran que si no hubiera habido un miembro de la Liga Norte en Economía, la votación habría sido en contra. La opción de abstenerse también fue acordada entre los aliados del gobierno, como la forma más "ordenada" de demostrar frialdad hacia las nuevas normas, inidicó un ministro desde el anonimato.
Y tal vez ver, como dice claramente el líder del grupo FdI (Hermanos de Italia, el partido de Meloni), Tommaso Foti, si es posible "mejorarlos" más adelante. Con un apéndice: no fue posible votar un pacto en el que, a pesar de que el comisario competente era el italiano Paolo Gentiloni, los demócratas se abstuvieron.
La estrella polar que movió a los partidos fue, pues, la del 9 de junio, día de las elecciones. Y en la mayoría hay quienes ya buscan cambiar nuevamente las reglas de la gobernanza económica. Después de la votación, cuando se definirán los nuevos equilibrios en Bruselas que, según espera el Ejecutivo, estarán al menos un poco más inclinados hacia la derecha. Pero que el Pacto deseado por París y Berlín se vuelva más suave, por el momento, es una utopía.
También porque la nueva mayoría, en el frente económico, corre el riesgo de ser más severa con los países con un elevado nivel de deuda. En el ECR (conservadores y reformistas) votaron a favor los polacos del PIS e incluso Vox de España. La delegación holandesa no votó a favor, porque considera que las nuevas normas son demasiado laxas.
Además, la división del ECR sobre el Pacto corre el riesgo de endurecer el clima en un partido que lucha por encontrar convergencia sobre la posibilidad de implementar el Spitzenkandidat (el método de vincular la elección del Presidente de la Comisión al resultado de las elecciones al Parlamento Europeo) y celebró una reunión en Estrasburgo que podría resultar decisiva.
Mateusz Morawiecki está presionando por su propio hombre y, entre otras cosas, quiere a Viktor Orban entre los conservadores. FdI no quiere sufrir ninguna elección. Y no quiere ninguna decisión sobre el destino de Orban hasta que se haya resuelto armado de los principales puestos de Europa.
(ANSA).
Leggi l'articolo completo su ANSA.it