No sirvieron de nada los "nein" (no) de Berlín y las grietas mostradas por los 27, que a principios del mes pasado pusieron la carga de castigar al Dragón en manos de Ursula von der Leyen, por las injustas y enormes subvenciones concedidas a su industria para inundar el mercado continental con coches eléctricos a bajo precio.
La decisión de la UE -aunque tiene cierta esperanza en un futuro claro- desembocó en una guerra comercial que alarma a los alemanes fuertemente radicados en territorio chino y, a su vez, se gana el favor de París, participante en una medida considerada "crucial para proteger los intereses" de Europa a una semana de la incógnita llamada Donald Trump en el extranjero.
Dado que la 8° ronda de negociaciones entre el responsable del Comercio de la UE, Valdis Dombrovskis, y su homólogo chino, Wang Wentao, también fracasó en los últimos días, la presión sobre el Palacio Berlaymont se dio por sentada. Por lo tanto, la decisión llegó sin ninguna proclamación importante: solo el reglamento que implementa las medidas publicadas como de costumbre en el registro público de la UE y listo para ingresar en el Diario Oficial al día siguiente.
La guillotina se activará entonces el 31 de octubre, en el último intento de defender una industria europea -y sus aproximadamente 14 millones de puestos de trabajo- cada vez más en dificultades ante el dumping chino y una transición hacia la electricidad todavía lejana.
En detalle, los nuevos impuestos de la UE se sitúan en 7,8% para los Teslas fabricados en Shanghai, el 17% para BYD, el 18,8% para Geely y el 35,3% para SAIC. Para los demás grupos que colaboraron en la investigación antimonopolio, la mano de Bruselas será más indulgente, con un recargo del 20,7% frente al 35,3% válido para el conjunto de las empresas reticentes.
En conjunto, sumando el óbolo del 10% ya vigente, las tarifas alcanzarán el 45%. Dando paso a una represalia previsible por parte de Pekín con efectos desastrosos: las contramedidas comerciales del Dragón sobre las bebidas espirituosas ya afectaron a los productores de coñac y brandy franceses, mientras que las averiguaciones pendientes sobre el queso y la carne de cerdo corren el riesgo de comprometer a todo el sector agroalimentario europeo.
Amenazas que se suman a las posibles represalias contra los vehículos de gran cilindrada fabricados en Europa que tanto asustan a Berlín y a su sector automovilístico en el centro de una coyuntura económica cada vez más negativa.
Las tasas UE, en la denuncia de la presidenta de la Asociación alemana de la industria automovilística. Hildegard Mueller, "son un paso atrás para el libre comercio global y para la prosperidad y la salvaguarda de los puestos de trabajo" en Europa y en Alemania, marcados en estos días por los anuncios de los cierres de los establecimientos Volkswagen y Audi.
La presión del gobierno de Olaf Scholz está destinada a sentirse sobre von der Leyen y la Comisión de la UE, -agobiada por el fantasma planteado por Trump de aranceles de entre el 10 y el 20% sobre todas las importaciones- aún no escribió la última palabra respecto a la disputa comercial.
El prolongado diálogo con Pekín para llegar a un acuerdo -que llevará a los fabricantes chinos a eliminar el efecto dumping aumentando los precios de los coches comercializados en el mercado continental- continúa intensamente en el marco de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Bruselas, según algunos analistas, utiliza la táctica del "yin-yang" para llegar a un acuerdo con empresas individuales evitando al gobierno. Una fumata blanca, de una forma u otra, llevaría a la UE a cancelar las tadas reescribiendo el reglamento recién publicado. (ANSA).
Leggi l'articolo completo su ANSA.it