Unión Europea

"Cuerpos extraídos de autos y garages, es un caos"

En las comunas cerca de Valencia no tiene fin contar los muertos

Redazione Ansa

(ANSA) - PAIPORTA, 31 OTT - Las palas y los cubos para palear el barro, los carritos de supermercado llenos de botellas vacías y lo poco que queda en las tiendas aún abiertas y no saqueadas por gente desesperada, niños en cochecitos, ancianos en sillas de ruedas, un éxodo de miles de personas en fila entre los automóviles volcados y árboles arrancados de raíz por las intensas lluvias que causaron ya cerca de 160 muertos.
    Las víctimas de esta DANA, el vórtice de baja presión, origen de todas las tormentas e inundaciones, buscan agua potable y alimentos, a lo largo de los veinte kilómetros que unen los municipios del sur de Valencia de Paiporta, La Torre, Picana, Cebolleta, Cheste, Torrente.
    Estos son los municipios del área metropolitana, a una veintena kilómetros de la capital del Turia, pero a la vista de todos parece Vietnam. En dirección contraria, brigadas de jóvenes voluntarios llegan a pie con todo lo que pueden llevar a hombros hasta las poblaciones afectadas.
    Cuarenta y ocho horas después de las torrenciales lluvias que azotan el sureste de España, la masacre aparece en su terrible dimensión: el rosario de muertos superó las 158 víctimas y un número aún desconocido de desaparecidos, cuando comenzaron a llegar los primeros equipos de Protección Civil.
    "Están sacando los cadáveres de los coches, de los garages, de las casas. Justo al lado, los cadáveres de cuatro vecinos, una pareja y dos hombres, abrumados en el sótano de la casa", contó a ANSA Cristina López, de 53 años, que Junto a su marido Víctor Monleón y su hijo Hugo escaparon de la muerte en Paiporta, epicentro de la catástrofe".
    Algunos equipos de bomberos llegaron esta mañana, pero durante 48 horas estuvimos solos, sumergidos en un mar de barro.
    "El martes por la tarde todo ocurrió en diez minutos. Si hubieran dado la alarma antes no habría habido tantas muertes.
    La gente no tuvo tiempo de salvarse de la ola del río embravecido que lo cubrió todo", relató.
    Las protestas por los retrasos en alertar a la población ante las autoridades y por la falta de suministro de agua potable y electricidad son unánimes.
    "El agua del arroyo subió a tres metros en pocos minutos.
    Solo tuve tiempo de agarrar las llaves de casa, del garage y salir corriendo cuando ya estaba sumergido hasta el cuello", recordó Gaetano Marletta, de 52 años, propietario del garage "Taller Marletta", que como todos los demás comercios de la localidad, con las contraventanas derribadas por el tsunami de barro, fue devastado por la riada que arrasó Chiva, Cheste, Torrente, Catarroja, Picana, desde la cuenca del Poyo hasta Paiporta, llevándose todo lo que encontraba a su paso.
    María Gracia Lourdes, la joven madre de 34 años con el bebé de 3 meses hallada muerta en su coche, que su marido había intentado anclar a un poste de señalización para que no fuera arrastrado por la fuerza de la furiosa torrentada, era de aquí, de Paiporta.
    "Esperamos hasta el final un milagro, pero no lo hubo.
    Estamos destrozados", contó entre lágrimas Maribel Gómez, una vecina.
    La alcaldesa, María Isabel Albalat, confirmó que hasta el momento se recuperaron al menos 45 víctimas en el municipio.
    Mientras los vecinos esperan a que las bombas de los bomberos succionen la marea negra, sin saber cuándo llegarán y si lo harán.
    "Necesitamos agua, comida, medicinas, la ayuda no llega", se queja Cristel, residente con su familia en Catarroja, convertida en un mar de lodo y donde es imposible superar la barrera de coches, piedras y escombros que dejó la ola negra.
    En el garage de un edificio de dos plantas de La Torre recuperaron a los ocho vecinos muertos arrastrados por la riada del Poyo.
    Como la del Magro, el otro torrente transformado por las lluvias torrenciales en avalancha de lodo, alcanzó el martes por la noche la furia devastadora de 2.200 metros cúbicos por segundo.
    Y hay al menos medio centenar de cadáveres trasladados a la morgue central en un aparcamiento habilitado con cámaras frigoríficas en los sótanos del Palacio de Justicia de Valencia, al otro lado del antiguo río Turia.
    Así lo confirmó Manquique Castelló, responsable de comunicación de la ciudadela judicial, al explicar que no se permitió el acceso a los familiares hasta que las víctimas fueron identificadas, incluso mediante pruebas de ADN, y tras las autopsias realizadas por un equipo de médicos forenses.
    Frente al Palau de la Música i de les Arts, emblema de la Valencia potable, ahora símbolo de la muerte. Y de la inmensa tragedia. (ANSA).
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