El regreso de Trump se perfila como un terremoto: desde el apoyo a Ucrania y la OTAN hasta la estrategia de reducción de riesgos con China, pasando por las asociaciones comerciales y tecnológicas que se habían reanudado con los demócratas en el poder: ahora todo podría cambiar.
A los líderes europeos, además, les espera, el jueves y viernes, en el Puskas Arena de Budapest el aliado más cercano de Trump en la UE, Viktor Orban.
La celebración del primer ministro húngaro y de todo el soberanismo europeo fue total. "Una victoria que el mundo necesita", tuiteó Orban mientras Trump aún no había terminado su primer discurso como presidente electo en Florida.
Todos los Patriotas por Europa celebraron a Donald: desde Matteo Salvini al holandés Geert Wilders, pasando por Marine Le Pen, que habló de una "nueva era política".
En el Parlamento Europeo alguien incluso llevó el sombrero simbólico con la palabra "Maga", mientras las audiencias de los comisarios in pectore, aunque con menos serenidad que los primeros candidatos, continuaron sin sobresaltos.
Las felicitaciones al nuevo aliado americano llegaron rápidamente de todas las cancillerías europeas en el espacio de unas pocas horas, en nombre de la "histórica" ;;amistad transatlántica. El presidente francés, Emmanuel Macron, dijo que estaba dispuesto a trabajar con Trump "con respeto y ambición".
Por su parte, la presidenta de la Comisión europea, Ursula von der Leyen, felicitó "calurosamente" la victoria del republicano, invitándolo a trabajar "en una agenda transatlántica fuerte".
Trump será el invitado estrella de la doble cumbre que tendrá lugar en Budapest: primero la reunión de la Comunidad Política Europea, luego el Consejo Europeo informal centrado íntegramente en los informes de Mario Draghi, que ilustrarán su trabajo.
Mientras, la cena de líderes centrada exclusivamente en los efectos del huracán Trump. Giorgia Meloni, a pesar de la gripe, estará presente.
Y dentro de los muros neogóticos del Parlamento húngaro donde se realizará cena, tendrá que hacer malabarismos entre el eje franco-alemán y aquellos que, como su amigo Orban, prepararon todo para recibir en la guarida del lobo a sus adversarios pro-europeos.
Orban parece haberse detenido en un punto: conectarse con Trump durante la cena.
Por lo demás, la Unión Europea, herida, está dispuesta a reorganizarse. Inmediatamente después de la consagración de Trump, Emmanuel Macron y el canciller alemán, Olaf Scholz, hablaron de "estrecha coordinación" y de trabajar por "una Europa fuerte y cohesionada".
El regreso de Trump también cambia las cartas sobre la mesa en la Cámara Europea, donde el PPE tiene menos margen de maniobra para posibles mayorías con quienes, como los soberanistas, tienen a alguien como Trump como punto de referencia.
No es casualidad que a las celebraciones de los patriotas les siguiera una cierta frialdad de los populares y una satisfacción mesurada de quienes, como FDI, en Bruselas quieren actuar como vínculo entre los pro-UE y la extrema derecha.
"Es un día oscuro, ha ganado un proyecto xenófobo y autoritario", fue, en tanto, la declaración de los socialistas.
Siempre en Bruselas, esta vez del lado de la OTAN, el regreso de Trump fue recibido con una mezcla de sano realismo y ansiedad de pánico.
La relación del magnate con la Alianza durante su primer mandato fue cuanto menos tormentosa, pero, se explicó, "esta vez se gestionan mejor las expectativas".
En cuanto al frente ucraniano, en la Alianza Atlántica diluyen el pesimismo observando que "a Trump no le gusta perder".
Mark Rutte fue el primer líder después de Orban en felicitar a Trump.
No es una coincidencia.
La OTAN está dispuesta a tender la mano al magnate, convencida de que la UE debe hacer más. Ahora, sin embargo, se subraya, ya no es una hipótesis, "sino un axioma". (ANSA).
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