Y esto no obstante el paso atrás anunciado por el premier en uno de los puntos calientes, el aumento de las facturas de electricidad.
Barnier alterna previsiones amenazantes de caos político y financiero pero si el gobierno cae -una hipótesis que el presidente Emmanuel Macron, hablando en privado días atrás, tiene todo pero menos descartado- se multiplican los escenarios shock. Como la renuncia del presidente de la República frente a una situación que no ofrece salidas.
Francia es un mar de dificultades que tienen raíces lejanas, de la enorme deuda inflada por el Covid a las reformas que fueron rechazadas por impopulares pero, la mismo tiempo, insuficientes para colmar abismos históricos como el de la Sécurité Sociale, de 18.000 millones de euros en 2024, contra los poco más de 16 que estaban previstos. Las cifras son despiadadas.
El débito pesa 50,9 mil millones de euros este año y está previsto que suba a casi 55 el año próximo. Ayer, Francia pagó por primera vez en años su dinero en préstamos en los mercados financieros internacionales a un precio más alto que Grecia.
Moody's garantizó a París un suplemento de oxígeno en su última revisión al mantener en Aa2 el rating pero bajó su outlook a "negativo".
A este oscuro panaroma se agrega una parálisis política que confirma las previsiones de quien, en el verano, definió un clamoroso harakiri la decisión de Macron de disolver las Cámaras y llamar a nuevas elecciones.
El gobierno de Barnier está bajo amenaza de una moción de censura que tendría la asociación de la extrema izquierda y la extrema derecha. Las hostilidades comenzaron ya hoy con la batalla por la reforma de las jubilaciones, que el gobierno impuso el año pasado a golpes de "49.3", el antipático artículo de la Constitución que le permite al gobierno la aprobación de una ley sin ser votada artículo por artículo.
La France Insoumise deJean-Luc Mélenchon pasa factura y quiere cancelar el aumento de la edad de jubilación de 62 a 64 sancionado por la reforma de 2023 con un texto apoyado por la izquierda y Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen. El bloque de centro y de derecha moderada se opone con miles de enmiendas: "En 4 días Barnier cae. Para qué sirve el mecanismo de obstrucción del gobierno?", se preguntó con ironíia Mélenchon.
A partir del lunes, la batalla por la supervivencia de Michel Barnier llegará al corazón: si la comisión mixta de senadores y diputados da luz verde a la maniobra presupuestaria, esta pasará a la Asamblea Nacional, donde Barnier -como confirmó en una entrevista con Le Figaro- pondrá la confianza.
Las previsiones son pesimistas. RN de Marine Le Pen y el LFI de Mélenchon encabezarán el grupo que intentará enviarlo a casa: "Dependerá de la improbable, pero posible, alianza de los votos de la extrema izquierda con los de la Asamblea Nacional, en la que estarían los socialistas, los comunistas y los verdes -dijo el primer ministro a Le Figaro-. No espero eso porque creo que el país necesita estabilidad. Y esta es también la aspiración de los franceses con los que me encuentro todos los días y que me dicen 'Resista'".
Hoy renunció a la reforma que debía aumentar el precio de la electricidad, pero eso no es suficiente para Marine Le Pen, y es la segunda "línea roja" que el gobierno no cruzará, tras la confirmación de la desgravación fiscal para las PYME (con consecuencias positivas sobre los salarios). Entre las peticiones de Le Pen aún "no cumplidas" se encuentran la indexación de todas las pensiones a la inflación y el cese de la reducción de los reembolsos en los medicamentos. (ANSA).
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