(ANSA) - Fue un viaje para que suene el despertador de Europa y los países que parecen estar luchando con la gestión de los inmigrantes. El papa Francisco vino a Marsella con la esperanza de tener "el coraje de decir todo lo que quiero decir". Y lo hizo.
Calificó de "propaganda alarmista" las afirmaciones según las cuales estamos viviendo una "invasión" y una "emergencia" en el tema de los inmigrantes. Dijo que "la solución no es el rechazo" sino "una justa acogida por parte del continente europeo, en el contexto de la colaboración con los países de origen".
Palabras fuertes que no pueden pasar desapercibidas y en el Palais du Pharo, al final de su largo discurso, todos se levantan para aplaudir.
En la sala también se encuentra el presidente francés, Emmanuel Macron, con quien el pontífice mantuvo un encuentro privado.
Gran familiaridad, con apretones de manos y sonrisas. A su llegada al Palacio, que domina una impresionante vista del puerto de Marsella, el Papa abandona su silla de ruedas y camina del brazo del presidente, acompañado de su esposa Brigitte.
Y el Pontífice pone fin asimismo a la polémica por el hecho de haber venido a Marsella y "no a Francia", como había dicho para reiterar su elección de visitar primero todos los pueblos pequeños y periféricos de Europa.
"El presidente me invitó a Francia pero me dijo que era importante que viniera a Marsella". Sin embargo, el Pontífice no ceja en su lucha contra la eutanasia, que se debate en estos momentos en el país galo. "No es una muerte dulce, sino más salada que el agua de mar", afirma el Papa Francisco, reiterando su oposición al aborto.
Y precisamente la eutanasia y la cuestión migratoria estuvieron en el centro de la conversación entre el presidente Macron y el Papa, según informó el Elíseo.
Respecto a las palabras de Francisco sobre los inmigrantes, fuentes del Elíseo citaron la queja del Papa acerca de la "indiferencia" de los líderes políticos europeos, pero subrayaron que "Francia no debe avergonzarse, es un país de acogida y de integración".
Macron y el Papa también hablaron sobre la guerra en Ucrania y la emergencia climática. El sumo pontífice, en sus discursos de hoy, pensó asimismo en las guerras, empezando por la de Ucrania.
El Papa incluso habló de la necesidad de sacar a las generaciones jóvenes del mundo de la ilegalidad, y lo hace en Marsella, que es una de las ciudades más violentas de Francia.
Un pensamiento también para la Iglesia que debe acoger "a todos, a todos, a todos", y no ser "una costumbre" hecha de preceptos.
Empero al final la misión política que el Papa trae a casa es la de reiterar su línea sobre la situación de los inmigrantes. Y "este Papa que vino del otro lado del mundo no es el primero en advertirlo con urgencia y preocupación. La Iglesia habla de ello con tono sentido desde hace más de cincuenta años", recuerda Francisco, que deja en Marsella. donde se reunió con sesenta obispos de todas las orillas del Mediterráneo, un hito en su pontificado que comenzó con otro viaje simbólico, el de 2013 a Lampedusa..
Francisco, en su viaje de regreso a Roma, agregó que los inmigrantes que llegan a la Unión Europea (UE) a través del Mediterráneo no pueden recibir tratamiento como un "ping-pong". En el avión papal respondio, en una breve conferencia, al ser preguntado si los constantes discursos contra la indeferencia a lo largo de 10 años de pontificado fracasaron: "Yo digo que no. Hoy hay conciencia sobre el problema migratorio. Y también hay conciencia de cómo la situación ha llegado a un punto.. como una papa caliente que nadie sabe como encarar. Y hubo casos muy feos en los que se devolvió a inmigrantes. como un ping-pong. Y muchas veces acaban en campos de concentración, peor que antes",