"Frente al terrible flagelo de la explotación de los seres humanos, la solución no es rechazar, sino garantizar, según las posibilidades de cada uno, un gran número de entradas legales y regulares, sostenibles gracias a una recepción equitativa por parte del continente europeo", insistió el Papa.
El Papa recordó que, a menudo, se oye hablar de la historia mediterránea como un "entramado de conflictos entre civilizaciones, religiones y visiones diferentes", pero esto no debe hacer olvidar que el Mediterráneo es una "cuna de civilización" y que el mare nostrum (nuestro mar) ha sido durante siglos un espacio de encuentro "entre las religiones abrahámicas; entre el pensamiento griego, latino y árabe; entre la ciencia, la filosofía y el derecho, y entre muchas otras realidades".
Por ese motivo, para el Pontífice, el Mediterráneo es "principio y fundamento de la paz entre todas las naciones del mundo".
Para que el Mediterráneo "vuelva a ser un laboratorio de paz" en el mundo, en medio del "mar de conflictos de hoy" y del resurgir de los nacionalismos beligerantes, debe escuchar el grito de los pobres como hizo Jesús a orillas del mar de Galilea. "Es desde el grito de los últimos, a menudo silencioso, que debemos partir de nuevo"; porque son rostros, no números, dijo el Papa.
En Marsella, el argentino Jorge Mario Bergoglio también se reunió con el presidente francés, Emmanuel Macron.
El encuentro privado tuvo lugar en una sala del Palacio del Faro.
El Pontífice y el Presidente se saludaron muy afectuosamente, con sonrisas y apretones de manos. (ANSA).
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