Al frente de la única parroquia latina de la ciudad más poblada de Palestina, donde los católicos son poco más de un centenar, el párroco dice a los medios vaticanos que "la oración pedida por nuestro obispo, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca de Jerusalén, representa un signo profético".
El sacerdote, con voz emocionada, revela que su alegría es inmensa al saber que "numerosas diócesis del planeta se han unido para pedir a Dios el fin de toda violencia y de todas las guerras".
La fotografía que el sacerdote toma de Gaza ofrece la imagen de una ciudad casi aniquilada. Miles de muertos y heridos, algunos de ellos aún bajo los escombros, que, según Romanelli, "aún no se han salvado y es poco probable que lo hagan".
"Falta de todo", añade, "agua, electricidad, alimentos, medicinas. Y con la llegada de las lluvias, también ha empezado el frío. Una situación insoportable para miles de desplazados que han perdido sus casas y ya no saben adónde ir'.
El padre Romanelli pide el cese inmediato de los bombardeos y la apertura de corredores humanitarios que permitan, sobre todo a los heridos, salir de Gaza para recibir tratamiento. Eso sería un rayo de esperanza.
"Los cristianos, en este momento, estamos en silencio. Un silencio que nos recuerda al profeta Jeremías: es bueno que el hombre espere en silencio la redención del Señor. Pero, cuando pueden, rezan intensamente ante el Santísimo Sacramento y rezan diariamente el Santo Rosario", susurra.
Alentadora, y mucho, es la presencia del Papa, que se hace cercano a su dolor con asiduas llamadas telefónicas. "Cuando me llama por teléfono", confía Romanelli, "Francisco me dice que está preocupado por la población civil en Israel y Palestina: para ello ha invocado la paz". La última llamada fue ayer: me pidió que protegiera a nuestros hijos y nos dio su bendición".
(ANSA).
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