(ANSA) ROMA - El Papa Francisco ofició hoy la misa por el Día de los Difuntos en el cementerio de Guerra de Roma, durante la cual lamentó las guerras "de ayer y de hoy, que destruyen la vida sin tener conciencia de ello".
"Mirando la edad de estos caídos, la mayoría de veinte a treinta años, vidas truncadas, sin futuro, pensé en los padres, en las madres que reciben esa carta: 'Señora, tengo el honor de decirle que tiene usted un hijo héroe'.
"Y no podía dejar de pensar en las guerras de hoy, continuó. Tantas personas, jóvenes y no tan jóvenes, en las guerras del mundo, incluso las más cercanas a nosotros, en Europa o fuera de ella. ¡Tantas muertes! Se destruye la vida sin tener conciencia de ello".
"Hoy, pensando en los muertos -añadió-, en la memoria de los muertos y teniendo esperanza, pidamos al Señor la paz, para que los hombres no se maten más en las guerras".
En su homilía, el Pontífice insistió en que "las guerras son una derrota, siempre. No hay victoria total, no. Uno vence al otro, pero detrás está la derrota del precio pagado".
Bajo una ligera llovizna, Francisco fue en automóvil desde el Vaticano hasta el Cementerio, situado en la Via Nicola Zabaglia, en el barrio romano de Testaccio, para la tradicional misa del Día de los Fieles Difuntos.
"La celebración de un día como hoy, dijo Francisco, hablando nos trae dos pensamientos: memoria y esperanza. Memoria de los que nos han precedido, que han hecho su vida, que han terminado su vida. Memoria de tantas personas que nos han hecho bien, en familia, entre amigos. Memoria también de los que no hicieron tanto bien, pero en la memoria de Dios, en la misericordia de Dios, fueron acogidos. Y ahí está el misterio de esta gran misericordia del Señor".
"Y luego la esperanza -continuó Francisco-. Esta es una memoria para mirar hacia adelante, para mirar nuestro camino, nuestro camino. Caminamos hacia el encuentro, con todos, con el Señor. Y debemos pedir al Señor esta gracia de la esperanza: la esperanza que nunca defrauda, nunca".
"La esperanza que es esa virtud cotidiana, que nos lleva adelante, que nos ayuda a resolver problemas y a buscar salidas a muchos problemas, pero siempre adelante, adelante, destacó.
Esa esperanza fecunda, esa virtud teologal de cada día, de cada momento. Diré la virtud teologal 'de la cocina', que está a mano, que siempre nos ayuda. La esperanza que no defrauda".
"Pidamos al Señor por nuestros difuntos -concluyó el Papa-, por todos. Que el Señor los reciba a todos, y que el Señor tenga misericordia de nosotros, que nos dé esperanza, la esperanza de seguir adelante y poder encontrarlos a todos juntos cuando nos llame. Que así sea".
El Cementerio de Guerra de Roma, creado en 1947 en el barrio de Testaccio, a la sombra de las Murallas Aurelianas, es un memorial de guerra que alberga los restos de los militares aliados caídos en Roma durante la Segunda Guerra Mundial.
El césped alberga 426 sepulturas. Inicialmente dedicado a los miembros de la guarnición estacionada en Roma, posteriormente se utilizó para albergar restos de la provincia y otros de algunos aviadores y soldados que murieron en cautiverio (1939-1945).
Las tumbas, alineadas a lo largo de los muros, a la izquierda, están marcadas por lápidas verticales en las que figuran las fechas y los lugares de nacimiento y muerte de los difuntos, el escudo de la entidad militar a la que pertenecían y, en algunos casos (pero no siempre), un lema o un pensamiento.
En el centro de las filas se encuentra la piedra del recuerdo; frente a la entrada, al final de la avenida, una gran cruz de piedra.
Tras su llegada, recibido por los responsables de la instalación, mientras un tímido sol se alzaba sobre el Cementerio de Guerra de Roma, el Papa, empujado en su silla de ruedas, recorrió en silencio la hilera de sepulturas. Se detuvo unos instantes en oración y depositó un ramo de rosas blancas sobre una tumba.
Finalmente, llegó al escenario preparado para la misa, delante del cual le esperaban unos 200 fieles que asistieron a la misa. (ANSA).