Vaticano

El Papa volvió a pedir paz y advirtió contra el vicio de la soberbia

Resfriado, no levó la catequesis, que dedicó a la "pretensión de ser como Dios".

El Papa al llegar a la audiencia general.

Redazione Ansa

(ANSA) CIUDAD DEL VATICANO - El Papa Francisco pidió hoy a un colaborador que leyera la catequesis durante la audiencia general en el Vaticano, porque aún está resfriado, pero pidió la palabra después para lanzar un nuevo llamado a la paz para las poblaciones que sufren "el horror de la guerra".
    "Queridos hermanos y hermanas, todavía estoy resfriado y no puedo leer bien la catequesis, uno de mis ayudantes la leerá", dijo Francisco a los seis mil fieles reunidos en la plaza de San Pedro.
    La catequesis trata sobre el último de los vicios, la "soberbia", y fue leída por don Pierluigi Giroli. El Papa se veía en buena forma y antes de tomar asiento dio un par de vueltas por la plaza a bordo del jeep blanco descubierto junto con algunos niños.
    Luego de la lectura, Francisco tomó la palabra: "una vez más, hermanos y hermanas, los invito a orar por las poblaciones que sufren el horror de la guerra en Ucrania, en Tierra Santa, pero también en otros lugares del mundo. Oremos por paz, pidamos al Señor el don de la paz".
    En la catequesis, el Papa sostiene que "la salvación pasa por la humildad, verdadero remedio para todo acto de soberbia".
    Por eso, queridos hermanos y hermanas, aprovechemos esta Cuaresma para luchar contra nuestra soberbia".
    "La soberbia - afirma la catequesis - es exaltación de sí mismo, presunción, vanidad. El soberbio es aquel que se cree mucho más de lo que realmente es; alguien que tiembla por ser reconocido como superior a los demás, siempre quiere ver reconocidos sus méritos y desprecia a los demás por considerarlos inferiores".
    "Si la vanagloria es una enfermedad del ego humano - continúa - es todavía una enfermedad infantil comparada con los estragos de los que es capaz la soberbia. De todos los vicios, la soberbia es la gran reina", advierte el Papa.
    "En realidad, dentro de este mal reside el pecado radical, la absurda pretensión de ser como Dios", sostiene Francisco. La soberbia "arruina las relaciones humanas, envenena el sentimiento de fraternidad que debería unir a los hombres.
    Además, es un mal "con un evidente efecto físico". El hombre soberbio es altivo, tiene el "cuello duro", es decir, tiene el cuello rígido, que no se dobla. Es un hombre propenso al juicio despectivo: por nada emite sentencias irrevocables hacia los demás, que le parecen irremediablemente ineptos e incapaces", añade.
    En su arrogancia, explica Francisco, el soberbio "olvida que Jesús nos dio muy pocos preceptos morales en los Evangelios, pero en uno de ellos se mostró intransigente: nunca juzgar".
    "Te das cuenta de que estás ante una persona soberbia - concluye - cuando, haciéndole una pequeña crítica constructiva o una observación completamente inofensiva, reacciona de manera exagerada, como si alguien hubiera perjudicado a su majestad: se enfurece, grita, interrumpe las relaciones con los demás de forma resentida", concluye el Pontífice. (ANSA).
   

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