"Si hoy miramos a esta ciudad de Venecia, admiramos su encantadora belleza, pero también nos preocupan los numerosos problemas que la amenazan: el cambio climático, que tiene un impacto en las aguas de la laguna y en el territorio; la fragilidad de los edificios, de los bienes culturales, pero también de las personas; la dificultad de crear un entorno a escala humana mediante una gestión adecuada del turismo y también todo lo que estas realidades corren el riesgo de generar en términos de relaciones sociales desgastadas, de individualismo y de soledad", dijo el pontífice en la homilía de la misa en la plaza de San Marcos.
"Y nosotros los cristianos, que somos sarmientos unidos a la vid, viña del Dios que cuida de la humanidad y creó el mundo como un jardín para que podamos florecer en él y hacerlo florecer, ¿cómo respondemos? Permaneciendo unidos con Cristo - prosiguió el Papa Francisco - podremos llevar los frutos del Evangelio a la realidad en la que vivimos: frutos de justicia y de paz, frutos de solidaridad y de cuidados mutuos para la protección del patrimonio ambiental, pero también del humano, que llevó a Dios a caminar con nosotros".
Por eso "necesitamos que nuestras comunidades cristianas, nuestros barrios, nuestras ciudades, se conviertan en lugares hospitalarios, acogedores e inclusivos".
"Y Venecia, que siempre ha sido un lugar de encuentro e intercambio cultural, está llamada a ser un signo de belleza accesible a todos, empezando por los más pequeños, un signo de fraternidad y de cuidado de nuestra casa común. Venecia que hace hermanos", concluyó el Papa Francisco. (ANSA).
Leggi l'articolo completo su ANSA.it