Vaticano

Luz verde a renovación pacto Santa Sede-China

Distensión con Pekín. Papa, católicos contribuyen a la paz

El secretario vaticano de Estado, Pietro Parolin.

Redazione Ansa

Las palabras pronunciadas esta mañana por el Papa Francisco en un mensaje en vídeo enviado a la conferencia internacional "100 años del Concilium Sinense: entre la historia y el presente", organizada por la Universidad Pontificia, resuenan en el Aula Magna de la Universidad Pontificia Urbaniana, para que puedan llegar hasta Pekín gracias a la agencia Fides y a la Comisión Pastoral para China.
    "Los católicos chinos, en comunión con el Obispo de Roma, caminan en el tiempo presente. En el contexto en el que viven, dan testimonio también de su fe con obras de misericordia y de caridad, y con su testimonio dan una contribución real a la armonía de la convivencia social, a la construcción de la casa común. Quienes siguen a Jesús aman la paz y se encuentran junto a todos los que trabajan por la paz, en un tiempo en el que vemos actuar fuerzas inhumanas que parecen querer acelerar el fin del mundo", dijo el Papa.
    También estaban en la sala académicos e investigadores de la República Popular China, como el profesor Zheng Xiaoyun ("después del Acuerdo, China y el Vaticano continuaron comunicándose de forma muy alentadora", señala) y el profesor Liu Guopeng, de la Academia China de Ciencias Sociales, así como el obispo de Shanghai, monseñor Giuseppe Shen Bin, que al final intercambiará un cordial saludo con el Secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, gran tejedor, por iniciativa del propio Papa Francisco, en el encuentro Santa Sede-Pekín del que se llegó al acuerdo sobre el nombramiento de obispos.
    Alcanzado en septiembre de 2018, el acuerdo alcanzará en septiembre otros dos años de aplicación y ahora parece haber allanado un camino estable para la Santa Sede, hasta el punto de que Parolin renueva "la esperanza" de que las nuevas etapas de "reconocimiento" de toda la Conferencia Episcopal China", "actualmente sobre la mesa", y de "una representación pontificia", aunque no adopte inmediatamente la forma canónica de "nunciatura apostólica".
    La estrategia destinada a instaurar una nueva temporada de relaciones con Pekín, ahora bastante relajadas, sigue, por otra parte, a la que puso en marcha el primer delegado pontificio hace más de un siglo, Celso Costantini, quien, recuerda Parolin en su informe en el simposio sobre el primer Concilio chino, aunque blanco de duras críticas, fue muy claro acerca de cómo la Iglesia china debía "liberarse de los acontecimientos políticos y de los intereses coloniales", "indigenizarse" (hoy diríamos aculturarse), promover un clero autóctono, el uso del idioma local y alejarse de las sombras de un supuesto deseo colonizador que inevitablemente llevaban consigo las misiones extranjeras.
    En resumen, "tuvimos que pasar de las misiones extranjeras a una iglesia misionera".
    Por este motivo, destaca la insistencia de Francisco en que el católico sea entendido como "portador de una contribución real a la convivencia social" y, por tanto, a la paz, pero también la del obispo de Shanghái en que el fiel "es también un buen ciudadano, miembro de un pueblo que tiene una patria y una cultura propia y que, por tanto, debe apoyar y promover la sinización iniciada", observa, "justamente por Matteo Ricci".
    Ningún conflicto con el propio pueblo chino, por tanto, y un fuerte vínculo con el obispo de Roma, como "la mejor garantía de una fe alejada de intereses políticos externos", es la receta que parece surgir de la conferencia para una Santa Sede en busca de nuevos espacios (y nuevos obispos nombrados en comunión con Roma) en la República Popular China.
   

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