"Las Olimpíadas son, por naturaleza, portadores de paz y no de guerra.
La competencia olímpica se desarrollará del 26 de julio al 11 de agosto próximo en París.
"¡Que Dios tenga piedad de nosotros! Que ilumine las conciencias de aquellos que tienen el poder sobre las graves responsabilidades que pesan sobre ellos, que conceda éxito a los operadores de paz en sus esfuerzos y los bendiga", añade el Pontífice en su mensaje.
Francisco pide "al Señor que llene de sus dones a todos aquellos que de una u otra forma participarán, ya sean atletas o espectadores, y también que apoye y bendiga a aquellos que los recibirán, especialmente a los fieles de París y de otros lugares", continúa.
"Sé, de hecho, que las comunidades cristianas están preparándose para abrir ampliamente las puertas de sus iglesias, escuelas y hogares. Sobre todo, que abran las puertas de su corazón, testimoniando con la gratuidad y generosidad de la acogida hacia todos, a Cristo que habita en ellos y que les comunica su alegría".
Dirigiéndose a monseñor Ulrich, Francisco menciona apreciar "mucho que no hayas olvidado a las personas más vulnerables, en particular a aquellos que se encuentran en situaciones muy precarias, y que se les facilite el acceso a la fiesta".
En términos más generales, "espero que la organización de estos Juegos constituya para todo el pueblo francés una gran ocasión de concordia fraterna que permita, más allá de las diferencias y oposiciones, fortalecer la unidad de la Nación", agrega el Pontífice.
"Me alegro contigo por la realización de esta prestigiosa competición deportiva de alcance internacional", añade.
"El deporte es un lenguaje universal que trasciende fronteras, idiomas, razas, nacionalidades y religiones; tiene la capacidad de unir a las personas, promover el diálogo y la mutua aceptación; fomenta la superación personal, entrena el espíritu de sacrificio, promueve la lealtad en las relaciones interpersonales; nos invita a reconocer nuestros límites y el valor de los demás".
Según el Papa, "los Juegos Olímpicos, si siguen siendo verdaderamente 'juegos', pueden ser un lugar excepcional de encuentro entre personas, incluso las más hostiles. Los cinco anillos entrelazados representan este espíritu de fraternidad que debe caracterizar el evento olímpico y la competencia deportiva en general".
"Por lo tanto, concluye el Papa, espero que los Juegos Olímpicos de París sean una oportunidad imperdible para que todas las personas de todos los países del mundo descubran y aprecien a sí mismas, para derribar prejuicios, para crear respeto donde hay desprecio y desconfianza, amistad donde hay lugar para el desprecio y la desconfianza, y odio". (ANSA).
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