"A ustedes también hoy el Señor les dice: '¡Ánimo, no teman, pueblo papuano! ¡Ábrete! Ábrete a la alegría del Evangelio, ábrete al encuentro con Dios, ábrete al amor de los hermanos'. Que ninguno de nosotros permanezca sordo y mudo ante esta invitación", añadió el pontífice.
"Hay una sordera interior y un mutismo del corazón que dependen de todo lo que nos cierra dentro de nosotros mismos, nos cierra a Dios y a los demás: el egoísmo, la indiferencia, el miedo a correr riesgos y arriesgarse, el rencor, el odio. , y la lista podría continuar. Todo esto nos aleja de Dios, de nuestros hermanos, de nosotros mismos y de la alegría de vivir", subrayó el Papa. "A esta distancia, hermanos y hermanas, Dios responde con la cercanía de Jesús. ", continuó.
Según el pontífice, "con su cercanía, Jesús cura el mutismo y la sordera del hombre: cuando en realidad nos sentimos distantes, o elegimos mantenernos alejados -a distancia de Dios, distancia de nuestros hermanos, distancia de quien es diferente a nosotros- entonces nos cerramos, nos atrincheramos en nosotros mismos y acabamos girando sólo en torno a nuestro propio ego, sordos a la Palabra de Dios y al grito de los demás y, por tanto, incapaces de hablar con Dios y con los demás".
"Hermanos y hermanas -añadió-, ustedes que viven en esta gran isla que domina el océano Pacífico, quizás alguna vez han pensado de ser una tierra lejana, situada en el fin del mundo. Y quizás, por muchas otras razones, se han sentido a veces alejados de Dios y de su Evangelio, incapaces de comunicarse con él y entre ustedes".
Pero para el Papa, "Jesús supera los cierres del corazón, nos ayuda a superar nuestros miedos, abre nuestros oídos, suelta nuestra lengua y, así, nos redescubramos como hijos amados de Dios y hermanos entre nosotros".
Pero para el Papa, "Jesús supera los cierres del corazón, nos ayuda a superar nuestros miedos, abre nuestros oídos, suelta nuestra lengua y, así, nos redescubrimos como hijos amados de Dios y hermanos entre nosotros". (ANSA).
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