El viaje a Bruselas nació para celebrar los 600 años de la Universidad de Lovaina y para resaltar el papel de un país pequeño, pero al mismo tiempo central en Europa, también para construir caminos de paz, en este contexto tan "cercano a la guerra mundial", como dijo hoy el Papa.
Pero era imposible ignorar que en Bélgica la Iglesia, en las décadas pasadas, se ha manchado con terribles delitos contra los más pequeños. "Han sido horriblemente heridos, marcados para toda la vida", subrayó hoy el rey de los belgas, Philippe, en su discurso ante el Papa en el majestuoso Palacio de Laeken.
El primer ministro Alexander De Croo lanzó un mensaje aún más fuerte: "no basta con hablar de ello, hay que dar pasos concretos, hay que hacer todo lo posible".
"Usted tiene derecho a saber la verdad sobre estos crímenes", dijo De Croo dirigiéndose directamente al Pontífice, "que deben ser sacados a la luz. Debemos llegar a la justicia".
El Papa no se escondió. Habló de una "Iglesia santa y pecadora", pero dijo, sin rodeos, que "¡esa es la vergüenza! La vergüenza que hoy todos nosotros debemos asumir y pedir perdón y resolver el problema: la vergüenza de los abusos, de los abusos a menores".
También citó a Herodes y la matanza de los inocentes: "Pero hoy -subrayo, volviendo al presente- en la Iglesia hay este crimen; la Iglesia debe avergonzarse y pedir perdón y tratar de resolver esta situación con humildad cristiana. Y poner todas las condiciones para que esto no vuelva a suceder".
Y si alguien dice que la pedofilia también existe en otros ámbitos, el Papa no retrocede en su 'mea culpa': "¡Un solo caso es suficiente para avergonzarse! En la Iglesia debemos pedir perdón por esto; los demás que pidan perdón por su parte. Esta es nuestra vergüenza y nuestra humillación".
Bélgica ha sido sacudida por esta plaga durante años: hay más de mil denuncias que han terminado en el expediente de la Comisión parlamentaria, a la que también han colaborado los obispos.
El Papa Francisco dio una señal al dimitir al estado laical, en marzo de este año, al obispo emérito de Brujas, Roger Vangheluwe, de 87 años, quien al hablar de los abusos hacia su sobrino se escudaba diciendo que se trataba de "una relación".
No solo abusos. Bélgica aún sufre por las adopciones forzadas: entre los años 50 y 70 del siglo pasado habrían sido 30 mil los recién nacidos arrebatados a sus madres por no estar casadas. A menudo mediaban los institutos religiosos a cambio de las generosas donaciones que recibían de las familias adoptantes.
"Me ha entristecido" esta noticia, dijo el Papa, que subrayó que "en esas historias espinosas se mezcló el amargo fruto de un delito y de un crimen".
Esta noche, el Papa debería reunirse con un grupo de quince víctimas de abusos. Jean-Luc es uno de ellos. Comenta las palabras del Papa como "una gran y hermosa sorpresa".
"Habló de delito, de perdón", "esperamos mucho más, pero no creo que sea posible. Estoy sorprendido y de alguna manera, reconfortado".
Al Papa le contará su historia -ha denunciado los abusos sufridos durante treinta años- y pedirá que "se tomen medidas para que la Iglesia tome una posición clara frente a los autores de abusos".
"Los obispos deben tomar decisiones, sin ambigüedades, cosa que hasta ahora no han hecho". (ANSA).
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