Vaticano

En Irak escapé de un doble atentado

Lo relata en la autobiografía "Spera", que lanza Mondadori

Francisco frente a la destruida catedral católica de Mosul, durante su viaje a Irak en 2021.

Redazione Ansa

(ANSA) - CIUDAD DEL VATICANO, 17 DIC - El papa Francisco relata su infancia en el barrio de Flores, en Buenos Aires, entre pobres, prostitutas y migrantes, y hace un resumen de sus viajes, incluso aquel a Irak en 2021 en el que eludió dos atentados, en el libro autobiográfico "Spera", escrito con Carlo Musso, que llegará a las librerías italianas en enero.
    De aquellos años transcurridos en Flores, junto a los "rusos" (judíos) y los "turcos" (musulmanes) plasmados en el libro La Repubblica publica hoy un adelanto, en ocasión del cumpleaños número 88 del pontífice.
    Francisco también habla de la pobreza de las villas y del papel de los sacerdotes en esos barrios olvidados por todos, en particular por el padre Pepe, don José de Paola.
    "Allí, en esos suburbios que deben convertirse cada vez más en un nuevo centro de la Iglesia, un grupo de laicos y sacerdotes como el padre Pepe viven y dan testimonio del Evangelio cada día, entre los descartados de una economía que mata. Quién dice que la religión es el opio del pueblo - escribe Bergoglio -, una historia tranquilizadora para alienar a la gente, sería bueno que haga primero un recorrido por las villas: vería que, gracias a la fe y a ese compromiso pastoral y civil, han progresado de manera impensable, incluso entre enormes dificultades. Sería también una experiencia de gran riqueza cultural que, al igual que la fe, es siempre un encuentro, y que somos nosotros los que podemos aprender mucho de los pobres.
    Cuando alguien dice que soy un Papa villero, sólo rezo para que siempre sea digno de ello".
    Al hablar de su infancia, Jorge Bergoglio describe su barrio.
    "El barrio era un microcosmos complejo, multiétnico, multireligioso, multicultural, pastoral y civil, progresaron de una manera impensable, a pesar de enormes dificultades", relata.
    Estaban las "viejas solteronas", que bordaban y rezaban, "una puntada y una oración, una oración y una puntada", pero sobre todo había algunas prostitutas. Una de ellas, dice, "tenía un hijo. No entendía quién era el padre, y eso me asombraba e intrigaba, pero el barrio no parecía preocuparse demasiado por eso".
    Una relación con su pueblo que Bergoglio no rompió ni siquiera cuando se convirtió en obispo.
    Luego habla de otras dos prostitutas: "Pero estas eran de clase alta: concertaban citas por teléfono, las recogían en auto. Las llamaban 'la Ciche' y 'la Porota', y todos en el barrio las conocían. Pasaron los años y un día, cuando ya era obispo auxiliar de Buenos Aires, sonó el teléfono en el episcopado: era Porota quien me buscaba, la había perdido completamente de vista, no la había vuelto a ver desde entonces.
    Yo era un jovencito", recuerda.
    La preocupación por los últimos nació justamente en aquellos años.
    "Desde niño, también he conocido el lado más oscuro y cansado de la existencia, los dos juntos, en el mismo bloque.
    Incluso el mundo de la prisión: los cepillos que usábamos para la ropa eran artefactos que comprábamos a los reclusos de la prisión local, y así es como percibí por primera vez la existencia de esa realidad", señala.
    Francisco también habla de sus viajes, especialmente aquel que realizó a Irak en 2021, muy deseado a pesar de las amenazas de atentados y del Covid.
    "Casi todo el mundo me desaconsejó ese viaje - recuerda -, que habría sido el primero de un pontífice en Oriente Medio devastado por la violencia extremista y las profanaciones yihadistas: el Covid-19 aún no había aflojado completamente su control, incluso el nuncio en ese país, monseñor Mitja Leskovar, acababa de dar positivo al virus y, sobre todo, todas las fuentes destacaban perfiles de riesgo muy elevados para la seguridad, hasta el punto de que se habían producido sangrientos ataques. Incluso en vísperas de la partida, quería seguir adelante".
    Ese viaje no se detuvo ni siquiera con las noticias de posibles ataques.
    "La policía había alertado a la gendarmería vaticana sobre una información recibida de los servicios secretos ingleses: una mujer cargada de explosivos, una joven suicida, se dirigía a Mosul para hacerse estallar durante la visita papal. Y también una furgoneta había salido a toda velocidad con el misma intención. El viaje continuó", rememora.
    Después de la visita a Mosul, señala en el libro, "pregunté a la Gendarmería qué se sabía sobre los dos atacantes, el comandante respondió lacónicamente: 'Ya no están'. La policía iraquí los había interceptado y hecho volar. Esto me impactó mucho, también fue el fruto envenenado de la guerra". (ANSA).
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